LOS POBRES COMO INSIGNIFICANTES

Los pobres, los insignificantes, los que no cuentan para una sociedad consumista que se rinde ante las leyes del mercado, cuestionan nuestra capacidad de leer la realidad. Superar la pobreza e imaginar una sociedad nueva implica reconocer el valor de las personas, sus saberes  y necesidades, sus sueños e intereses. Aprender a vivir juntos es aprender a mirarnos más allá de estigmas y etiquetas, reconocernos en lo que nos une y diseñar el futuro desde el encuentro.

 

Acaso puede salir algo bueno de Nazareth”  (Jn. 1,46)

Esta es la respuesta de Natanael a Felipe cuando le anuncia que encontraron al Mesías. Y tiene su lógica, ¿cómo puede ser que el enviado de Dios que esperan como Salvador venga de un lugar insignificante? Esa pequeña aldea perdida de Galilea, sin relevancia ni historia, no puede ser el lugar de donde viene el Mesías esperado.

Esa lógica es perversa porque no es objetiva frente a la realidad. No la analiza sino que la rechaza o acepta según si es o no relevante según los criterios propios de quien juzga. Sin embargo, es muy común que esté consciente o inconscientemente dentro de nuestro discernir la realidad.

Por eso nuestra sociedad tiene tanta dificultad para encontrar vías de superación de la pobreza y de su comprensión. Prima el concepto de que es un simple problema económico y por eso, a pesar de la bonanza económica de los últimos años y de una mejoría general de la situación, seguimos enfrentados a ella.

La sorpresa de Natanael nos abre una perspectiva diferente para comprender el fondo del problema que nos plantea la pobreza. Él no acepta lo que le plantea Felipe, porque algo tan importante no puede venir de un lugar desconocido sin fama ni importancia, por esta razón rechaza la noticia.

La pobreza no es fruto simplemente de un poco más o menos de dinero, sino del lugar, valor y participación que las personas pobres tienen en la sociedad. Gustavo Gutiérrez dice que el pobre es el “insignificante”, aquel que es considerado como un “no persona”; alguien a quien no se le reconoce la plenitud de sus derechos en tanto ser humano. Es lo que Franz Hinkelammert llama el “sujeto negado”, aquellos grupos sociales que resultan marginados en función de los interesas del mercado.

Pobres son los  que no cuentan. Por eso no se actúa con y desde ellos, sino desde los proyectos de quienes manejan la sociedad, y así fracasan tantos proyectos y planes muy bien elaborados, pero que no tienen en cuenta sus sueños y necesidades. Si queremos avanzar en la erradicación de la pobreza es imprescindible acercarnos a los pobres, reconociéndolos como iguales a nosotros y con derecho a opinar y a decidir sobre su futuro.

 

Cambiar nuestra cabeza

Esto es un camino que exige cambiar nuestra cabeza, no ser como Natanael. No es un misterio que nosotros tenemos nuestros Nazaret: El Borro, Cuarenta semanas, el Marconi, Malvín Norte… a los cuales señalamos continuamente como “zonas rojas” generando nuevos estigmas y reproduciendo viejas etiquetas.

Muchos vecinos cuentan que para presentarse a un trabajo deben dar un domicilio falso, porque si los ubican en esos barrios los rechazan de inmediato. Es habitual señalar que “los narcos” se mueven en esos barrios y operan en ellos, pero no se dice lo mismo de los barrios donde han caído grandes traficantes. Se habla de los “pastabaseros” como causantes de todos los males, se señalan las “bocas” en los barrios, pero poco se habla de los cocainómanos y de que la pasta base es el sobrante de la elaboración de la cocaína, que el lucro y la ambición descubrieron que podían ser rentables.

Molestan los clasificadores con sus carros, que sacan adelante a sus familias con duro trabajo y recuperan millones a la economía, a ellos se los culpabiliza de la mugre pero no se les abren las puertas para nuevas oportunidades laborales. No se reconoce, como decía el Padre Cacho, que han sido y son agentes ecológicos en una sociedad consumista y depredadora.

Poco se habla sobre los derechos humanos de estos vecinos que han sido conculcados durante muchos años: vivienda, trabajo, comida, educación. Pero somos rápidos en exigirles contraprestaciones. Sin embargo, a pesar de todo, los vecinos siguen luchando y venciendo obstáculos que parecen insalvables, por ejemplo hay más de diez jóvenes del Marconi que han ingresado a la universidad en estos últimos cinco años.

Si soñamos con una sociedad nueva tenemos que dejar de negarlos y reconocer que son significativos para nosotros, solo así podremos encontrarnos como iguales en una sociedad donde todos participemos en paz y alegría, construyendo un mundo más humano.