En mi licencia al inicio del corriente año, que es en el único momento en que leo por placer, lamentablemente, leí “El hombre que amaba a los perros” (2009) del autor cubano Leonardo Padura.
Mis padres (“cincuentañeros” que queda mejor que “cincuentones”) tienen un grupo de amigos (también “cincuentañeros”) que mantienen desde que fueron a la universidad. Celebran escasas, esporádicas pero significativas reuniones que han convidado a sumarse a toda su prole (nosotros). En uno de esos encuentros, uno de ellos contó que se topó recientemente con este escritor Padura y nos recomendó varias de sus novelas del detective Mario Conde de La Habana pero principalmente “El hombre que amaba a los perros”. Se enamoró de esta novela, posiblemente porque pone en palabras sentimientos encontrados, difíciles, dolorosos de él y de su generación que creyó (creo que el verbo es creer) en la revolución marxista de la URSS.
A pocos días de la muerte de Fidel, que algunos opinaron marca finalmente el final del siglo XX, vale la pena recomendarles este libro, que en una especie de ciclo es una recomendación que llega en las puertas de la licencia de muchos. Una oportunidad para no desperdiciar.
Esta novela narra el destierro de Trotsky de su tierra revolucionaria hasta su asesinato por parte del propio sistema que ayudó a crear. Son varias historias en una, ya que tenemos a un joven en La Habana que recibe esta narración y se debate en plasmarla o no en una novela.
Este controversial escritor de esta controversial isla expresa que su novela narra “la perversión de la utopía social y política más importante del siglo XX.” Sus diversos personajes, víctimas y victimarios sienten una mezcla de rabia, empatía y compasión unos de otros, quizá similar a la que siente el propio Padura al escribir estas páginas y sienten mis padres y sus amigos, como generación de la utopía.
Suma el hecho de que tiene una investigación seria detrás, lo que la convierte en una interesante novela histórica o historia novelada. Pero sobre todo la recomiendo porque el autor, como parte de esta generación, dice que eligió contar esta historia ya que encuentra en ella algo de nostalgia y de resentimiento que lo acercó a entender un poco más porque se pervirtió la utopía.
Desde mi punto de vista y mi generación, creo que es una novela que se presta para descalzarse y pisar despacio y sin juzgar, este piso de historia utópica, tratando de entender qué sintieron estos personajes ficticios y reales. La misma sensación que albergo cuando escucho a este grupo de amigos de mis padres, con respeto, porque fueron la generación joven que creció en la utopía y hoy con cariño de viejos amigos la miran de cerca con esa añoranza y resentimiento con las que Padura hilvana “El Hombre que amaba a los perros”.