En estos días, la información sobre la tragedia de Siria nos ha acercado una cantidad de palabras de autosatisfacción, de alerta, de felicitación mutua, de amenazas, en fin, lo más o menos esperable de quienes se pelean sobre la cabeza de los habitantes de ese país. Pero casi nunca nos ayudan a escuchar lo que dicen esos que ven, con un terror que no cesa desde hace muchos años, cómo desde su cielo caen un día gases letales y al siguiente bombas, cuando no lo cruzan misiles asesinos.
No se pretende aquí dar voz al pueblo de Siria, víctima propiciatoria de los poderosos de la tierra y sus peones locales, pero sí, al menos escuchar palabras de cristianos de ese pueblo que comparten sus vivencias y nos permiten tener otra perspectiva que la que nos acercan los grandes medios.
“Nosotros los patriarcas”
Enseguida después de la intervención armada de los EE. UU., Francia y Gran Bretaña en la noche del 14 de abril pasado, tres patriarcas de Iglesias cristianas de la región alzaron su voz en un comunicado conjunto. Se trata de los ortodoxos Juan X, patriarca griego de Antioquía y todo Oriente e Ignacio Efrén II, patriarca siríaco de Antioquía y todo Oriente; y del católico José Absi, patriarca griego-melquita de Antioquía, Alejandría y Jerusalén. “Nosotros, los patriarcas, condenamos y denunciamos la brutal agresión que tuvo lugar esta mañana contra Siria, nuestro muy querido país, de parte de los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, alegando el uso de armas químicas por el gobierno sirio. Elevamos nuestras voces para afirmar lo siguiente”.
Así comienza la declaración que se despliega en nueve puntos, seis para dar su parecer sobre los hechos, un pedido a la ONU, un pedido a las Iglesias de esos tres países y de todo el mundo, y un numeral final de conclusión y saludos. Damos una breve síntesis.
“Brutal agresión”
Así califican repetidamente los obispos a la acción guerrera de los occidentales, la que denuncian como. “injustificada, contra un país soberano miembro de la ONU”, que por otra parte “no ha causado daño alguno de ninguna índole a esos poderosos países”. En el tercer numeral se refieren a las “alegaciones” de los atacantes que afirman que “el ejército sirio utiliza armas químicas y las posee”, y las juzgan también “injustificadas y no comprobadas por pruebas suficientes y claras”.
Afirman también que la agresión “socava el trabajo de la Comisión internacional e independiente encargada de investigar los hechos y que estaba por llegar a Siria”. Por lo mismo, la “agresión brutal destruye las chances de una solución política pacífica y conlleva una escalada de la violencia y complicaciones adicionales”. Y concluyen estos seis primeros puntos advirtiendo que la acción militar “anima a las organizaciones terroristas y las impulsa a continuar con su bárbaro accionar”.
Por eso, piden al Consejo de Seguridad de la ONU “que cumpla su papel propio a favor de la paz en lugar de contribuir a la escalada guerrera”. Y llaman a “todas las Iglesias de los países que han participado de los bombardeos a ejercer su deber cristiano según las enseñanzas del Evangelio, a condenar esta agresión y a llamar a sus gobiernos a comprometerse en la protección de la paz internacional”.
El último punto de la declaración de los tres patriarcas es el que tal vez más nos sorprende, si tenemos en cuenta toda la información de las grandes agencias occidentales, y nos habla más de las vivencias y modo de pensar de los cristianos en Siria. “Saludamos el coraje, el heroísmo y el sacrificio del ejército árabe-sirio que protege valientemente a Siria y garantiza la seguridad de su pueblo… Saludamos también la posición decidida de los países aliados del nuestro”. Sin que haya mención alguna del gobierno de Bashar al-Assad, llama la atención esta identificación de los patriarcas con el ejército que en Occidente es acusado de crímenes de guerra, en concreto el uso de armas químicas. Es evidente que no podemos zanjar esta diferencia de apreciación, pero resulta al menos sugestiva y nos interroga.
Concluyen los obispos ofreciendo sus “oraciones por la seguridad, la victoria y la liberación en Siria de todo tipo de guerras y terrorismo. Rezamos también por la paz en Siria y en el mundo entero y llamamos a redoblar los esfuerzos de reconciliación nacional con la preocupación de cuidar el país y preservar la dignidad de todos los sirios”.
¿Armas químicas?
Las distintas opiniones de líderes cristianos sirios o estrechamente ligados a ellos que he podido conocer, de manera unánime ponen por lo menos en duda que el régimen sirio y su ejército hayan usado armas químicas, según la versión occidental en su “justificación” de los bombardeos del 14/4. Insisten en que hasta el momento no existen pruebas fehacientes, juzgan muy sospechoso que el ataque se haya producido justo cuando los investigadores de la ONU iban a comenzar su trabajo y señalan que es poco congruente que el régimen de al-Assad actuara de esa manera cuando ha casi liquidado a los grupos terroristas. Varios de ellos, como por ejemplo el católico Monseñor Pascal Gollnisch, director de la Obra de Oriente, recordando las inexistentes “armas de destrucción masiva” en Irak: “el episodio irakí de 2003 ha marcado a la gente y es comprensible que los cristianos sirios, como su jerarquía, tengan dudas sobre esas versiones”.
Hablando para el diario católico francés La Croix, el mismo prelado explicó que “la posición de la Santa Sede es la de estar junto a las víctimas. Los ataques químicos no se pueden aceptar, pero mientras que no haya pruebas formales de ellos hay que esperar”.
Por su parte el cardenal Bechara Boutros Rai, patriarca libanés de Antioquía de los Maronitas, dos días antes del bombardeo fustigó el juego de las grandes potencias que “hacen sonar el tambor de una nueva guerra contra Siria”. Y sobre los países occidentales embarcados en ella, afirma “que no tienen el menor sentimiento humano hacia los millones de sirios inocentes obligados a dejar su tierra”, mientras que el Líbano ha recibido a millones de esos refugiados. Los occidentales “dicen que su guerra busca establecer la democracia en Siria, en Irak… Si quieren pues la democracia, aplíquela ya y escuchen lo que dice la gente. ¿Quieren saber cuál será la suerte de Assad? ¡Que el pueblo sirio decida! No son ustedes los que deben decidir quién tenga que ser el presidente en Siria, Irak o el Líbano… Dejen que decida el pueblo si pretenden aplicar la democracia. La democracia no es cosa de palabras sino de hechos, hay que aplicarla desde ahora”, enfatizó hablando para Radio Vaticana.
¿Podrá Siria renacer?
Transcribo finalmente otras declaraciones, en este caso de Monseñor Jean-Clément Jeanbart, arzobispo griego-católico de Alepo, una de las ciudades sirias en que viven más cristianos aún, realizadas a la agencia católica italiana SIR (Servizio d’informazione religiosa) el 16/4: “Están impidiendo que Siria pueda renacer. Una cosa tremenda. Estamos doloridos y preocupados. La población sufre y no sabe ya qué esperar, vive bajo el constante miedo de nuevos ataques y más bombas. La gente ha perdido confianza, cada vez que se enciende una mínima esperanza de diálogo es sepultada por las bombas, es algo diabólico. Los sirios quieren paz, no guerra, pero mientras tengamos en nuestro país potencias extranjeras que buscan sus propios intereses geopolíticos, será imposible alcanzarla. Todo lo que sucede en Siria proviene del exterior y no de nuestro pueblo. Son muy pocos los sirios que quieren la guerra, la grandísima mayoría de los combatientes son extranjeros o fundamentalistas que piensan que los demás no tienen derecho a vivir. Si se van, los sirios sabrán dialogar y salir de esta situación trágica”. Por otra parte, el arzobispo agradece al Papa Francisco por sus palabras de ayer [el domingo 15/4 en el Angelus dominical] con las que ha invocado una acción común por la paz en Siria y en otras regiones del mundo, y exhortó a los responsables políticos para que prevalezcan la justicia y la paz”.