Toda identidad se construye y se reconstruye dinámicamente, como una tarea que apunta a un objetivo. Una flecha en vuelvo solo adquiere sentido, significación, si miramos al blanco. Por cierto, nuca habrá impacto si la trayectoria está desviada, o si la flecha está mal construida. Podemos entonces legítimamente preguntarnos por los tres elementos, que se esclarecen y completan entre si: blanco, trayectoria, flecha; o al revés: flecha, trayectoria, blanco.
Así ocurre en nuestra comprensión del laico cristiano. Identidad, misión, destino, no pueden entenderse, ni vivirse, ni construirse más que entretejiéndose dinámicamente entre sí.