Para comprender a fondo las implicaciones sociales y teológicas de la visita del Papa a México, divido este breve análisis en cuatro puntos que considero relevantes para explicar las repercusiones, positivas y negativas, de este importante acontecimiento.
México un mes antes de la visita
Casi con un mes de anticipación se empezó a vivir en México, pero sobre todo en las ciudades que visitaría el Papa, un ambiente de espera jubilosa por un lado, y por otro lado de una tensa “expectativa” por lo que diría o debería decir el Papa. Los gobiernos de los estados visitados gastaron millones de pesos en publicidad y en la logística de sus eventos anticipando que harían todo lo posible por aprovechar a su favor la visita del Papa Francisco. De esta manera los lugares escogidos por el Papa por ser emblemáticamente los estados y lugares más pobres (Chiapas y el municipio de Ecatepec) y los más violentados (Morelia y ciudad Juárez en Chihuahua) se convirtieron en lugares pulcros, tranquilos, limpios y muy católicos. Las instituciones que visitó Francisco y que fueron escogidas por ser símbolos de sufrimiento, corrupción y abandono a los pobres, como lo son los hospitales públicos y las cárceles mexicanas se convirtieron –milagrosamente- en lugares muy distintos (limpios, arreglados, con todos los servicios, con enfermos bien cuidados y reos bien portados) a lo que en verdad son (unos pocos días después hubo la peor revuelta en una de las cárceles de México llamada Topo Chico).
Aunque se esperaba más gente, se calcula que participaron más de diez millones de personas en todos los actos públicos.
En los análisis previos a la visita dijimos que había un cierto temor a que el Gobierno mexicano con apoyo de la conferencia episcopal (que no apoya la reforma y ministerio de Francisco) pudiera controlar la visita del Papa, cosa que sucedió. Ya que había dos temas realmente incómodos: el tema de los obispos encubridores de pederastas (que tenemos varios) y el tema de los 43 jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa que al final fueron bien controlados. Las televisoras monopólicas como Televisa y Televisión Azteca también se dispusieron a no solo transmitir los eventos sino que los organizaron transformándolos en “espectáculos” masivos.
Los 43 de Ayotzinapa
Se esperaba que el Papa dijera algo en torno a este caso, que recibiera a los padres y madres de los jóvenes o que hiciera un gesto en torno a esto, y se anhelaba no solo por una imaginación profética desbordada sino porque se sabía que cuando el Papa iba a visitar a Estados Unidos quería entrar desde México, no desde Cuba como resultó después, y que en nuestro país solo quería ir a tres lados a Ayotzinapa a hacer una misa, a la basílica y a ciudad Juárez. Situación real que no permitió el gobierno mexicano. De ahí la decepción que generó, no solo en los padres y madres de los 43, sino en mucha de la sociedad civil organizada, al decir nada sobre el tema, ni hacer un gesto profético, ni recibirlos personalmente.
El gobierno mexicano y sus televisoras
Es obvio decir que del 12 al 17 de febrero no había otro tema que la visita papal. El problema no solo fue la saturación sino el tratamiento que dieron los medios de comunicación a la visita. Por una parte, los medios -en su mayoría- no están acostumbrados a comentar de manera objetiva las visitas papales, ya que carecen de conocimientos teológicos, pastorales, políticos, religiosos, serios y profundos, de ahí que el tratamiento fuera sentimentalista, superficial, fortaleciendo una postura conservadora, tradicionalista, rayando en lo herético sin saberlo, al querer alabarlo sin fundamento. En su momento, las visitas de Juan Pablo II fueron muy favorables a comentarios vacíos, ahora necesitaron de expertos para interpretar los mensajes de Francisco pero siguió prevaleciendo lo cursi y melodramático. Además de esta carencia “técnica” fácilmente superable, en realidad lo que se evidenció fue el miedo de las autoridades ante algún mensaje profético, fuera de guión del papa. Hicieron todo lo posible para hacer de su visita no una visita pastoral crítica, misericordiosa, sino un espectáculo televisivo, dramático, como una gran telenovela, donde el protagonista no fue El Papa sino la primera dama, llamada popularmente “gaviota”, ya que antes de casarse con el presidente era actriz de Televisa. Fue claro que en las visitas donde la primera dama acompaño al Papa hubo lágrimas, canciones entonadas por ella misma y coros particulares, altas emociones, y niños pobres. Claro que para que el espectáculo fuera bien hecho tuvieron que limpiar los lugares donde pasaba el Papa, quitaron al México real para hacer de las calles, instituciones y estados mexicanos las nuevas locaciones de la nueva telenovela de la Gaviota. Quitaron los “feos” homeless mexicanos, tuvieron que remodelar algunos lugares y caminos, quitaron los “molestos” vendedores ambulantes no importándoles dejarlos sin obtener recursos casi una semana, todo como un set de televisión. Pobre Papa, fue presa de una telenovela.
Podemos decir entonces que pesó en esta visita, más la diplomacia como jefe de estado que lo pastoral. El Papa llegó cuando ya todo estaba negociado anteriormente por sus representantes con los propios del Estado mexicano. Se aceptaron los lugares que quería visitar, pero a costa de controlar cada uno por parte del Estado. Parecería que hasta los discursos fueron revisados antes. Tal vez no dejaron decir y hacer todo lo que el Papa quería hacer y decir a nivel social y político como en otras visitas; tal vez él no quiso generar un problema diplomático, tal vez recibió información que lo hizo dudar, porque si bien el obispo Raúl Vera le dio un informe sobre la realidad de México (con números de desaparecidos, empobrecidos, violentados, emigrados, etc.) también le pudieron dar otros informes de las “verdades históricas” construidas por el gobierno, en fin todo es especulación. Dijo cosas buenas, pero se esperaba mucho más, tal vez no sabía el tamaño de la mafia a la que se enfrentaba. Lamentablemente, para mucha gente, con su presencia avaló (sin querer) al gobierno homicida mexicano.
Lo mejor: el respaldo a una Iglesia autóctona
En su visita a San Cristóbal de las Casas, Francisco fue a la Catedral y oró unos momentos en la tumba de Monseñor Samuel Ruiz. Este acto que no fue televisado, ni explicado por sacerdotes, expertos y comunicólogos en los medios de comunicación, sólo tuvo como compañía al obispo Raúl Vera OP, compañero de don Samuel y quien sería su relevo en esa diócesis cuando Don Samuel se jubilara, pero la iglesia de “los príncipes” mexicana no lo dejaron, quitándolo y mandándolo a Saltillo, lejos de los indígenas. Esta visita, si bien corta y poco valorada, es un signo muy importante para comprender el tipo de iglesia que busca promover el Papa Francisco. Con esta visita, el Papa está respaldando los más de cuarenta años que estuvo don Samuel de Obispo promoviendo una iglesia autóctona en Chiapas, una iglesia donde ser católico no implicara dejar la cultura originaria, dejar de ser indígena. Esta iglesia más coherente con el mensaje evangélico que con los dogmas en Roma fue criticada y atacada por sus “hermanos” obispos” durante mucho tiempo. Francisco con esta visita le da la razón, cinco años después de su muerte, a Don Samuel y su práctica episcopal.
Esta visita se refuerza por el tipo de misa, lleno de símbolos autóctonos que presidió en San Cristóbal. Con esto el Papa respaldó el sueño de don Samuel de una Iglesia indígena, de una iglesia autóctona, basta ver el báculo que usó, los cantos, la cruz, el ofertorio y otros gestos más para confirmar esta idea. Por si no bastara, en su homilía, expresó lo siguiente: “muchas veces, de modo sistemático y estructural, vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón!, perdón hermanos. El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita a ustedes”. Así es, los necesitamos.
En el aire
Como es su tradición el Papa Francisco se siente cómodo en el cielo, y es en los aviones donde dijo lo más interesante. Es verdad que en el discurso a sus hermanos obispos les repitió que dejaran de ser “príncipes”, que hablaran “cara a cara”, “como hombres”, que dejaran sus posturas cómodas y se volvieran a la gente. Es verdad, pero también es cierto que esto ya lo habíamos oído. En cambio ante preguntas expresas como por ejemplo: los 43 de Ayotzinapa y ante el tema de la pederastia habló con soltura, así como de muchos temas más. En el aire dijo que si un obispo encubre a un sacerdote pederasta debe renunciar, ese es el Francisco que muchos queríamos oír en la Catedral; también comentó que no recibió a los padres de los 43 desparecidos porque había luchas internas, probablemente esta noticia se la dio el gobierno porque ellos han declarado que no es cierto.
Podemos concluir que la visita del Papa fue una visita muy controlada, por el miedo que tenía el gobierno ante su llegada, que la volvieron un espectáculo, pero aun así respaldó una iglesia autóctona como quería Don Samuel Ruiz y el Vaticano II. En balance general fueron días lluviosos en medio de la primavera eclesial del Papa Francisco.