40 años de la desaparición del hermanito del Evangelio: Mauricio Kleber Silva Ibarnegaray

En el CEDIDOSC, tuvimos el honor y la alegría de dar a conocer, recordar y homenajear al Hnito. Mauricio Silva, desaparecido en Buenos Aires, el 14 de junio de 1977, hace cuarenta años, cuando se desempeñaba como barrendero en esta ciudad.

Desde entonces no se supo nada más de él, aunque personas mal intencionadas, hace unos años, hicieron correr la voz de que había aparecido tirado, que lo llevaron a un hospital y luego había muerto. La familia, los amigos y la comunidad a la que perteneció reivindicamos su calidad de desaparecido, porque nada de esto se pudo confirmar, nunca.

Nuestro socio y amigo Eduardo Bernadá tuvo la iniciativa de promover este homenaje tan sentido por quiénes lo conocimos en su fecunda actividad como sacerdote en Montevideo. Él comunicó a una sala repleta de amigos, y a otros que no lo conocieron pero que deseaban saber algo más de él, su rica historia personal.

Mauricio Silva nació el 20 de setiembre de 1925 en una familia sencilla, fue el cuarto de cinco hermanos. Su padre murió al año de haber nacido Jesús Ramón, el quinto hijo. Ese suceso cambió la vida familiar. Su mamá comenzó a coser con la ayuda de sus hijos: unos cosían los botones, otros hacían los ojales. Así nunca les faltó el pan, aunque vivían modestamente. Mauricio, muy joven, alto con apariencia fuerte y sana, entró en el Seminario salesiano en la Patagonia. Cultivaba su vida interior, era muy sensible, fiel y exigente consigo mismo; muy demostrativo en sus afectos y de risa fácil. Cuando su madre enfermó resolvió dejar la Comunidad salesiana para ayudarla económicamente. Superada esa situación familiar con la muerte de su madre, consideró volver a la vida en comunidad. En mayo de 1960, pidió pasar al clero diocesano y el arzobispo de ese momento, el Cardenal Dr. Antonio Ma. Barbieri, lo recibió con cariño.

Fue sacerdote de muchas iglesias en Montevideo: parroquia San Miguel, San Juan Bautista, el Señor de la Paciencia, entre otras. De su vínculo con las comunidades parroquiales cosechó  grandes amistades, muchas de las cuales estuvieron presentes para celebrar este homenaje. Si bien le resultó difícil el alejamiento de la congregación salesiana, la vida en la Arquidiócesis fue muy fructífera, acompañando a jóvenes parejas en su tiempo de noviazgo y luego de matrimonio.

Sin embargo, en ese momento post-conciliar, conoció la espiritualidad de Carlos de Foucauld y a los Hnos. del Evangelio de sacerdotes obreros. Se sintió identificado con esta opción de seguimiento a Jesús y entró como Hno. del Evangelio. Vivió en la ciudad de Buenos Aires y recorriendo sus calles conoció la naturaleza humana del barrendero. En esa época eran quince mil las personas que trabajaban como barrenderos, y Mauricio se preguntó quién los atendería espiritualmente. Como nadie lo hacía eligió instalarse allí, compartiendo la vida cotidiana con ellos, para vivir el Evangelio. Sus compañeros no sabían que era sacerdote. Muchos amigos le decían que ese no era trabajo para él, pero se sentía en su camino. Él tenía proyectos sindicales, se reunía con los dirigentes en el conventillo de la calle Malabia 1450 en un momento en que las autoridades querían privatizar el servicio. Su ritmo de trabajo era arrollador, solidario y fraterno.

El matrimonio Villalba-Treglia, íntimos amigos de Mauricio nos acompañaron y nos presentaron al sacerdote amigo, consejero, solidario, fraterno. Sus anécdotas sobre la relación con él, acompañadas con cartas recibidas, con testimonios imborrables, con muestras de verdadera amistad donde se cimentó la vida de la familia y donde sus hijos y nietos se nutren de las enseñanzas y el testimonio recibido de Mauricio.

Mis planes:

1 – Asumir y profundizar la adoración.

2 – Solidaridad universal con los pobres y oprimidos compenetrándome totalmente con ellos, también políticamente.

3 – En la vida oculta de Nazareth. Siempre en las bases como hombre común y anónimo del pueblo.

Pero mañana comienza mi año 74: BARRENDERO

Apuntes de Mauricio Silva

 

 

Su hermano Jesús, que siguió sus pasos en la vida sacerdotal, al desaparecer Mauricio decía: “muchos hombres y mujeres pagaron sus sueños con su sangre y nos dejaron como herencia el sacrificio de sus vidas. F[Escriba una cita del documento o del resumen de un punto interesante. Puede situar el  cuadro de texto en cualquier lugar del documento. Utilice la ficha Herramientas de cuadro de texto para cambiar el formato del cuadro de texto de la cita.]

fueron hombres y mujeres consagrados con generosidad en tareas pastorales y sociales, cristianos o no, pero todos notablemente humanos. Hoy no sabemos ni cuándo, ni cómo fue su muerte, bajo qué torturas ni en qué lugar quedaron sembrados sus despojos martiriales. Mauricio es uno de ellos y nos congrega para convertir el llanto en esperanza, para recuperar la memoria de lo que no puede olvidarse y para transformar su sacrificio y su vida en semillas de patria nueva y de felicidad futura, con la bendición de Dios que nos protege y acompaña”.

Nos emocionó mucho la presencia de una de las hermanas de Renée Ugarte, Hnita. del Evangelio en Perú, donde hace unos años encontró la muerte en un accidente de tránsito. Ella también recordó a Mauricio de la época de su paso por la parroquia de Pocitos.

Como siempre, cuando hay tanta vida para compartir el tiempo nos resultó tirano, pero nos alegramos que en su país y en esta casa destinada a dar a conocer la doctrina social de la Iglesia, nos hayamos convocado tantos cristianos para recordar a este hombre de gran sensibilidad ante las injusticias y ante los débiles, y a quien la Iglesia debe un reconocimiento.



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