Con motivo de la conmemoración de los 500 años de la Reforma luterana, conversamos con la Pastora Metodista Araceli Ezzatti, que tantas veces ha colaborado con Obsur, amiga de la casa, y con la que hemos compartido espacios de construcción ecuménica.
El pasado 31 de octubre comenzó la celebración de los 500 años de la Reforma luterana. ¿Qué es lo que se celebra exactamente y qué pasó ese día en 1517?
Ese día de 1517 se concentró en un acto simbólico histórico y fermental, las 95 tesis clavadas en la puerta de la iglesia de Wtterberg, un proceso de desconformidad con la Iglesia oficial: nueva comprensión de la fe como experiencia liberadora por la Gracia de Dios, apertura del pueblo a la lectura de la Palabra de Dios, por mencionar temas sustanciales. Pero enfatizamos que había un largo proceso predecesor de pensamiento y acciones que Lutero y otros reformadores (Zwinglio en Suiza y Calvino en Francia) concretarían en la Reforma que dio lugar al surgimiento de lo que conocemos como iglesias protestantes. Este proceso se tornó irreversible, a pesar de que le siguió la Contrarreforma, y hasta nuestros días. Proceso que ha integrado a la Iglesia Universal, porque todos seguimos siendo cristianos, una visión y acción misional, si bien disidente, cismática como la catalogan muchos. En mi comprensión, una visión representativa de la diversidad y el derecho a vivir la fe, la relación con Dios, desde diferentes expresiones de la vida de las personas y las sociedades.
Por otro lado, la Reforma no fue solamente un hecho intraiglesia, tuvo implicancia en la cultura de la época y en el ámbito político.
¿Qué tipo de cristiano fue Lutero? ¿cuáles serían los rasgos que destacarías más en su vida y obra como reformador?
Lutero fue un hombre de Iglesia, sacerdote agustiniano, teólogo y pensador. Estaba muy preocupado por las dimensiones que había tomado el ministerio católico, por el exceso de autoritarismo jerárquico que él entendía sostenía un cristianismo cautivo de sus demandas sin ninguna libertad para el creyente.
Un tema de mayor importancia fue la venta de indulgencias promovida por los papas Julio II y León X para reunir fondos para la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma. La indulgencia significa la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados que no son definitivamente perdonados, pero se libera del castigo terrenal, para los cual la persona debe cumplir determinadas condiciones mediadas por la Iglesia, sus obispos, sacerdotes. Esto dio lugar a un tráfico económico que rechazó enérgicamente Lutero. De hecho fue el tema fundamental de las tesis.
La militancia por una iglesia más cercana a la enseñanza de Jesucristo y a la Iglesia primitiva, pero sobre todo su crítica desde los espacios teológicos a las jerarquías de la Iglesia, le acarrearon la persecución y finalmente la excomunión por parte del papa León X. Invitado a retractarse ante las autoridades eclesiales y seculares (Carlos V), pidió fundamentos bíblicos y de la razón para convencerlo. No se retractó y lo condenaron. Fue alojado por Federico el Sabio dedicándose a la monumental obra de traducir el Nuevo Testamento del griego al alemán, enorme aporte a la cultura.
Entre sus obras teológicas se destaca el catecismo donde, desde temas bíblicos fundamentales como los Diez Mandamientos, el Padre Nuestro, y temas sacramentales como el bautismo, la eucaristía, instruye sobre la Teología de la Reforma Evangélica.
Y entonces, ¿cuál sería su legado principal para nosotros como cristianos de hoy?
Como decía al comienzo, la Reforma ha sido un movimiento fermental, por lo cual su legado debe reformularse de acuerdo a los tiempos y lugares. Es importante recuperar la dinámica de creer firmemente en Dios y su Gracia que opera mediante la fe en Cristo, en todos los hijos de Dios y no necesita de mediaciones para el perdón y la salvación. La importancia de que el pueblo acceda a la Palabra en su propia lengua, dado la suficiencia de la Escritura como autoridad suprema de la vida y misión de la Iglesia y el cristiano.
En el catolicismo se han manifestado voces en contra de participar en esta celebración. El cardenal Müller, de la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano ha dicho que “los católicos no tenemos nada que celebrar”.
¿Cómo ves entonces la visita y participación de Francisco el pasado 31 en Lund?
Creo que la participación del Papa Francisco es coherente con su teología de la Gracia inclusiva, que le lleva a declaraciones y acciones que nos unen cada vez más como una Iglesia cristiana universal que celebra la diversidad humana y cultural como un don y no como un peligro. Este compromiso, por supuesto, tiene oposición, porque cuestiona enfoques teológicos, estructuras y ámbitos de poder que existen en las diversas expresiones de la fe cristiana, incluidas algunas iglesias protestantes.
¿Cómo ves el diálogo ecuménico hoy en nuestro país?
Creo que el diálogo ecuménico ha estado muy debilitado en las últimas décadas. Hay algunas divisiones entre los grupos evangélicos más profundas aún que las tradicionales entre católicos y protestantes. La emergencia de temas como el aborto, el casamiento de parejas de la misma orientación de género, la marihuana, han radicalizado posiciones y cortado el diálogo. Hay, sin embargo, espacios teológicos que nos han acercado a la Iglesia Católica en un rico intercambio en reflexiones y acciones como ha sido la Teología de la Liberación, la lucha por la recuperación democrática, los Derechos Humanos. No ha sido así con los grupos evangélicos que sostienen la Teología de la Prosperidad.
Creo que en el presente hace falta convocarnos y afrontar con libertad, apertura y valentía la necesidad de seguir trabajando por una iglesia inclusiva, involucrada en la vida real de la gente, para proclamar un Evangelio que hable y sea escuchado entre tantas voces que gritan valores que desde la fe no podemos compartir.