Educación y ciudadanía

Una vez más hemos querido dar importancia, dedicándole las páginas centrales de nuestra edición, a la educación. No solo por ser un tema clave de la vida de nuestro país, ahora y para el futuro cercano y lejano, sino también porque ya estamos en plena instalación de las Comisiones departamentales (la primera el reciente 11 de agosto, en Durazno) del III Congreso Nacional de Educación que se está celebrando a lo largo de todo este año. Antes, en el mes de abril, se había conformado la Comisión Organizadora, integrada por representantes de los diversos actores educativos de todos los niveles de la educación pública y privada, los sindicatos y partidos políticos y otros actores de la sociedad civil. Ella decidió dar al Congreso el nombre de la pionera y prestigiosa educadora Enriqueta Compte y Riqué. Hasta finales de julio las comisiones creadas al efecto trabajaron en los documentos para animar el diálogo en torno a los cuatro ejes temáticos de este Congreso: educación para todos en todo el país; universalización y calidad; diversidad y diversificación; y los desafíos de la educación. Estamos ahora en plena organización, por parte de las Comisiones de cada departamento, de las asambleas locales que darán origen a sendos informes, luego sintetizados, para ser finalmente llevados al encuentro final del mes de noviembre. El gobierno nacional confía en que los resultados de este Congreso (los anteriores fueron en 2006 y 2013) sean muy útiles para la elaboración del Plan Nacional de Educación previsto para el año que viene.

No es lo más propio de un editorial centrarse en la información, pero creímos necesaria esta especie de introducción mínima para recordar lo básico de esta instancia, ya que tenemos una impresión muy fuerte de que hay muy poca consciencia de la realización de este evento en este año. Porque de esa conciencia o de su ausencia depende en buena medida la participación ciudadana, para promover la cual se creó esta actividad, que según la Ley General de Educación de 2008, debe celebrarse al menos en el primer año de instalado un nuevo gobierno nacional (art. 45). El actual, por otra parte, ha manifestado su interés en que haya efectivamente una fuerte participación no solamente de los más directamente concernidos sino de toda la ciudadanía, en la medida en que la educación toca de una manera u otra al conjunto de la población, y es además en nuestros días uno de los asuntos considerados de mayor relevancia e interés por la opinión pública. Justamente, el día que escribimos esto hemos leído una nota en un diario de la capital en la que se informa que los jóvenes inquietos políticamente en nuestro país, según estudios recientes, consideran el tema de la educación como el prioritario.

Cuando conversábamos en nuestra redacción acerca de esta temática, confesamos que tuvimos nosotros también esa reacción de descreimiento bastante frecuente en nuestros días con respecto a toda esta problemática. Es que, hay que reconocerlo, hace tiempo que estamos reclamando una reforma profunda en nuestra educación (como en muchos países del mundo, incluso de los que tienen más tradición al respecto, no estamos solos) y ella parece no llegar nunca de verdad. Pero luego nos repusimos y nos dijimos que es necesario no bajar los brazos y seguir intentando. Desde nuestro humilde lugar, tratando como siempre de aportar algunos materiales que reviertan posibles desánimos al respecto, ofrezcan subsidios para la reflexión y estimulen por ello la participación.

En ese sentido, y recordando los congresos anteriores, tenemos una vez más la esperanza que las manifestaciones de corporatismo y también sectarismo disminuyan, se dejen a un lado y se abra paso a una superación de los clivajes ideológicos para dar lugar a una deliberación verdaderamente ciudadana, es decir, que tenga como objetivo el bien común para nuestra educación.

Cada vez nos convencemos más que esperar todo o casi del gobierno, reclamarle continuamente sin ponerse las pilas y participar cada uno a su nivel, es una actitud al final irresponsable, un ejercicio vano. Por eso la necesidad de informarse, hablar con la gente que sabe, apoyar a quienes vemos que realmente quieren el mejor bien para la marcha de la educación, llamar la atención, si necesario, a quienes hacen de ella casi solo un terreno de lucha por el poder.

Para decir una cosa más, en estos días, a raíz de la polémica sobre la Propuesta para la educación sexual en Primaria, hemos visto la reacción de algunos grupos de padres. Como primera observación parece algo auspicioso, porque la de los padres debería ser una contribución básica e insustituible en el proceso educativo de nuestro país. Y sería necesario también buscar mecanismos adecuados, creativos, para que ese sector pudiera estar más y mejor representado en las deliberaciones del Congreso.

Pero claro, eso requiere lo que intentábamos decir antes. No tiene sentido sumarse a las guerrillas en que tomamos una consigna que ni siquiera sabemos de dónde salió y partimos al asalto de nuevos molinos de viento que tampoco identificamos bien. Declaraciones de algunos que convocaban a manifestar recogidas por los medios, dieron vergüenza ajena (o pena, según) por el grado de ignorancia y confusión acerca de lo que realmente está en juego. De allí también la responsabilidad de los hacedores de opinión en dejar de lado reacciones que no construyan responsabilidad y auténtica ciudadanía.

Sabemos que como cristianos, en este terreno concreto y en este país, debemos muchas veces hacer frente a viejos y tenaces sectarismos ante la vocación educadora de la Iglesia. Pero tan fuerte y alto como ella es el llamado a formar conciencias en la libertad, verdad, respeto de los demás y comprensión. Estamos convencidos y sabemos que son muchos los cristianos y cristianas que dedican su vida a ello y día a día entregan su esfuerzo, junto con sus compañeros de otras convicciones, para que así sea. Les agradecemos y ojalá los apoyemos y sostengamos en una tarea tan hermosa como compleja.

El Congreso de este año es seguramente una nueva ocasión para reafirmar nuestro compromiso por tomar en nuestras manos el hecho de compartir con tantos y tantas el destino, la construcción, de nuestra convivencia, que pasa de manera decisiva por la educación. Con nuestra edición que ahora presentamos, es nuestro deseo contribuir a mantener y profundizar ese compromiso. A pesar de las incomprensiones y eventuales hostilidades, pocos terrenos más desafiantes que este para sembrar la semilla del Reino.



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