Es sindicalista hace 31 años, proviene del gremio de magisterio y, a partir de junio de este año, preside el PIT-CNT. Fernando Pereira conversó con OBSUR sobre los desafíos que enfrentan la Central y el Uruguay en este período. Consciente que “los cambios profundos son procesos largo aliento” y que debemos desarrollar la capacidad de mirar con perspectiva, Pereira nos invita a repensar las dificultades que nos impiden crecer como país, y plantea el valor de la solidaridad como camino de transformación: Una solidaridad que “no sea vista sólo como poner dos pesos en el supermercado, sino como una acción en la vida cotidiana”.
A modo de introducción podés contarnos un poco cómo fue tu experiencia estos meses en la presidencia junto al vicepresidente y secretario.
Previo a la presidencia había una coordinación y la tarea es muy parecida. La distribución de tareas que había entre un coordinador y un presidente, un secretario general es más o menos la misma. Es obvio que vienen otras consecuencias que no están vinculadas a la tarea, tal vez mayor presencia pública. Pero en el trabajo concreto de organización de los trabajadores, de tratar de lograr lo que pretendemos, es casi lo mismo. Con el mismo escritorio, con mis mismos libros, mis mismos apuntes. Y con una responsabilidad mayor tal vez que es que la opinión pública coloca los ojos en el presidente pero por lo otro es un cargo muy similar.
¿Por qué se reconfiguró en esa jerarquía la Central? ¿Se consideró que era más eficiente?
Creo que es la jerarquía natural. Todas las organizaciones deberían tener un presidente y un secretario general. Los sindicatos lo tienen, no es lógico entonces que nuestra central no lo tuviera. Fue lógico mientras estuvo vivo Pepe D´Elia, pero una vez que dejó de existir me pareció que de alguna forma había que realizar esa reestructura. De forma tal que me parece que hay que seguirlo haciendo así de acá al fin de la historia.
Con respecto al presupuesto, ¿la Central ha priorizado focalizar los esfuerzos en la canasta básica y consejos de salarios?
Sí, respecto al presupuesto presentamos un documento a ambas cámaras que tienen dos correlatos. Lo primero es aquellas cosas que el movimiento sindical y en la propia campaña electoral se pusieron como elementales. Uno es la educación, dos el sistema nacional de cuidados, tres la salud, el acceso integral a la salud de todas las personas en el Uruguay, el acceso a la vivienda, un presupuesto adecuado que atienda las deficiencias sociales que todavía el Uruguay tiene. Eso comparado con el espacio fiscal que el Uruguay tenía, obviamente el espacio fiscal era bastante menor, con lo cual la Central lo que propuso y sostiene es que tiene que haber una ampliación del espacio fiscal, es decir colocar nuevos impuestos a los que más tienen para que estas políticas, que son las más inclusivas, lleguen a la totalidad de la sociedad. Naturalmente que somos conscientes que no vamos a lograr el 100% de lo que demandamos. Por lo menos en este presupuesto. Pero también somos conscientes que para algunas conquistas hemos demorado 100 años, es decir que la lucha del movimiento sindical es lenta porque cuando se está haciendo historia se va lento.
Ya que entraste en el tema de la desigualdad social, es un tema al que te referís en varias notas, la importancia de disminuirla para el funcionamiento de una sociedad. Señalás que se viene caminando en ese sentido desde el 2005. ¿Considerás que muchos de estos reclamos que realizan contribuyen a esto? ¿Qué rol tiene el sindicato para esta lucha contra la desigualdad?
Está claro que una persona con mínima sensibilidad social no puede ver desigualdades en Uruguay y no horrorizarse. Eso es alejarse de la zona céntrica y acercarse a zonas de contexto crítico. No sólo en Montevideo sino a lo largo y ancho del el país. Ver las penurias con las que están viviendo. Creo que casi siempre tendemos a medir la pobreza solamente por el índice de ingresos de un hogar, con lo cual dejamos de ver si esa persona accedió a los bienes sociales y culturales necesarios para poder tener esa integración en forma sana. No es sólo dinero, es también cómo uno se vincula con la sociedad, con la cultura. Y en tercer lugar, cómo la sociedad uruguaya tiene un comportamiento más solidario, es decir, cómo todos somos capaces de dejar algo para que la brecha entre ricos y pobres disminuya, para que la brecha educativa disminuya, para que la brecha digital sea la menor posible. Para ello se han hecho políticas. Si uno mira la política de Antel colocando fibra óptica en los hogares más poderosos pero también en los hogares más pobres, y con la introducción del Plan Ceibal, uno puede ver a familias de ingresos medios y bajos con internet en su hogar, eso es un avance. No obstante, todavía la brecha es grande y es horrible de analizar y de ver. Pero hay que visualizarla e intentar hacerla desaparecer. Estos no son procesos sencillos. La pobreza crónica se construye en pocos años pero revertirla demora décadas. Pero nunca hay que abandonar esa tarea. “El movimiento sindical escudo de los débiles” debe ser una de las principales banderas del movimiento, si la pierde ahí si se transforma en una organización corporativa. Nosotros tenemos que tener un ojo colocado en nuestros compañeros sindicalizados, pero un ojo colocado en las personas que aún viven en situación de penuria. No sólo económica, sino social y cultural.
¿En ese sentido el rol del movimiento sindical es sensibilizar?
Sí, empujar y construir condiciones, y pelear para que la salud pública sea más accesible, para que la educación sea de calidad en todos los contextos, para que haya políticas diferenciales en contextos desfavorables. En fin, que las políticas públicas vayan a incidir en la modificación de esa situación. Y eso el movimiento sindical creo que lo hace bastante bien.
Con respecto a la relación de los sindicatos con la población ¿cómo percibe la Central esta relación?
Creemos que en general es buena. En Uruguay el movimiento sindical es observado por los analistas y por los periodistas como una organización de poder. Con lo cual está colocado en la mira. Pero cuántos partidos políticos querrían tener como tuvimos el año pasado 37% de aceptación. Cuántos candidatos a presidente quisieran tener esa aprobación. O el propio parlamento. O las organizaciones de la sociedad civil. Cuando se plantea que el movimiento sindical tiene 36, 37 % yo creo que es un guarismo muy bueno, el problema es que nosotros no nos conformamos con eso. Tenemos la tasa de afiliación más alta de América Latina en relación a la población económicamente activa. Pero no nos podemos conformar hasta que afiliemos al último trabajador. Nosotros estamos llegando a un porcentaje de apoyo que no existe en el resto de Latinoamérica, si uno mira el resto de los países el apoyo a los movimientos sindicales no superan el 10, el 15%, y acá llegamos al 36, y hablando con Canzani me decía que hay momentos en que llegamos al 40. Tienden a medirnos cuando tenemos un conflicto desgastante. El conflicto de la educación o el conflicto del transporte. Que son conflictos legítimos pero dolorosos para el resto de la sociedad. Ahí es cuando nos miden casi siempre y efectivamente hay un sesgo. Si hay 20 días sin liceo la gente por más que entienda la causa va a estar molesta. Y lo que hagan los sindicatos repercute directamente en la imagen del movimiento sindical global y es natural que así sea. No tenemos ni que vender humo cuando nos da 40 ni aterrorizarnos cuando nos da 25, son vaivenes de la propia lucha de clases, que nos introduce en problemas. El movimiento sindical es un movimiento conflictivo, y si tiene conflicto con una parte de la sociedad, hay una parte de la sociedad que siempre lo va a ver mal, haga lo que haga.
Mencionaste el transporte y la educación, pueden detectarse ahí quizás las medidas que generan más antipatía. Muchos consideran que en ambos casos se afecta a los más vulnerables y no se llega a las jerarquías, tanto del transporte como de la educación. ¿Se evalúan alternativas?
Hay que buscarlas, decir es facilísimo hacer es muy difícil.
¿Pero es un diagnóstico que comparten?
Sí, sin duda. Pero, por ejemplo, cuando muere un trabajador del transporte y te dicen que tendrías que buscar una medida alternativa yo siempre digo lo mismo: ¿Si te matan al compañero de al lado vos te quedas trabajando? No, te vas. Con lo cual razonablemente es la medida de protesta para visualizar una muerte en el trabajo, yo creo que hay que hacerla sea el sector que sea. Lo de la educación me parece que fue un conflicto natural en un sector que tiene salarios muy bajos y que encuentra pocas alternativas a la medida de paro. Ahí el paro parcial es muy difícil porque no se puede dejar niños abandonados en la mitad de la clase. Verdaderamente se han buscado medidas alternativas pero no se han encontrado, y porque es legítimo que un maestro quiera ganar más de 17.000 pesos por mes. Lo que a veces hay que complementar estas medidas con una campaña de difusión masiva que explique los por qué de la medida. De lo contrario, la gente queda como que hay un sector de la sociedad que sólo ve el salario y no se preocupa por sus alumnos y al otro día hay maestros que hacen decenas de km para llegar a una escuela rural, visitan niños en contextos socioculturales críticos a través de los maestros comunitarios, van a sus clases más temprano para atender a los padres, dedican dos horas a parte de las cuatro de su trabajo para la planificación, para corregir, y esta parte de la película casi nadie la muestra. ¿Me explico? Es una idea que hay que llevar a la práctica. Hay que mostrar qué hace un maestro, en el aula, en la sociedad, en el contexto crítico y en el área rural. Si todos entendiéramos cuál es el papel del maestro probablemente los apoyaríamos en su totalidad.
Y respecto a los cambios productivos de estos últimos 20 años, principalmente asociados a las tecnologías, y que significaron grandes cambios en la organización del trabajo, además de lo que tiene que ver con la tercerización y flexibilización. ¿Qué rol tiene el sindicato en estos cambios?
Si uno mira el mundo del trabajo de la década del 60, 70 y lo compara con el mundo del trabajo actual es un abismo. Es decir hace 50 años un trabajador, una trabajadora entraba a su lugar de trabajo y pensaba que se iba a jubilar en ese lugar. Entraba como categoría 1 y terminaba en la máxima jubilándose. Hoy, probablemente esa misma persona pase por varios puestos de trabajo e incluso de varias ramas de actividad. Por lo cual la preparación para el mundo del trabajo tiene que ser global y al mismo tiempo específica. Es decir, tiene que ir un trabajador recalificándose a lo largo de toda su vida. Porque hoy podrá haber trabajo en esta rama de actividad, mañana en aquella otra, y para eso tiene que haber un proceso de readaptación permanente, eso se está haciendo a través del INEFOP, en intercambio con la UTU y el propio CODISEN a los efectos de generar condiciones para que el mundo del trabajo capacite para los nuevos cambios. Y bueno, las nuevas tecnologías también es una cuestión que analizamos en el movimiento sindical desde que Rodrigo Arocena escribió un libro para una central sindical internacional que se denominaba CLAP, una central cristiana, planteando cuáles eran los desafíos de las nuevas tecnologías. Que introducían riesgos, pero al mismo tiempo desafíos y alternativas interesantes. Como uno lo puede ver en el mundo de hoy. Entonces, hoy puede haber un trabajador rural que maneje una computadora arriba de su máquina que tiene un valor agregado superior, por lo que ese trabajador probablemente gane cuatro veces lo que gana un peón rural. Y al mismo tiempo requiere conocimientos para que las personas puedan manejar esas máquinas, es decir este mundo es un mundo de desafíos. Cada vez que te vas a sentar viene un cambio tecnológico nuevo que te coloca atrás y uno ve por primera vez en la historia de la humanidad que un niño de cuatro o cinco años puede saber más que un adulto de 50 sobre un tema en particular, por ejemplo el manejo de la tecnología celular o del computador. En fin, hay cosas que están cambiando a tal nivel que un niño que no sabe leer conoce los íconos perfectamente en el celular y puede entrar a ellos y mantener una conversación con la madre por “whats app”. Eso antes era inviable, pensar que un niño de cinco años podía enseñarle algo a un adulto.
¿Te parece que respecto a estos cambios organizacionales y tecnológicos el sindicato tiene el rol de apoyar la formación?
No hay duda. Cada vez es mayor la diferencia entre el trabajador que está formado y el que no. Un trabajo decente está íntimamente ligado a los niveles de educación formal, de formación técnica profesional, y de conocimientos que haya adquirido en el mundo del trabajo. Por el contrario, un trabajo mal remunerado, en condiciones de informalidad está vinculado a los sectores de actividad que pagan mal, que no cumplen, y a trabajadores poco formados, con niveles de educación mínimos.
Me parece interesante lo que decís de no analizar los cambios tecnológicos en una perspectiva “blanco/negro”, o con una visión apocalíptica de la tecnología.
No, la tecnología trae desgracias y beneficios. Si uno piensa cuanto se prolongó la vida a partir del avance tecnológico en medicina, lo tendríamos que ver como lo más positivo del mundo; el problema es encontrar un equilibrio para que el cambio tecnológico sea sustentable. Para que los cambios que hayan en el mundo, y en el mundo del trabajo y la ciencia, sean cambios sustentables, y que la humanidad pueda seguir existiendo.
Respecto a la formación, entendemos que un sindicalista de hoy para sostener sus reivindicaciones tiene que estar informado, tener formación en macroeconomía, saber de leyes laborales. La formación es central en las negociaciones, como dicen “el conocimiento es poder” ¿Cómo encara el tema de la formación de los sindicalistas la Central?
Bueno, este año van a pasar por la escuela sindical 2.500 trabajadores. Estas noticias nunca van a salir en la prensa porque no interesa informar. El instituto Cuesta Duarte forma en derecho laboral, en sociología, en psicología, en historia de las ideas, y conforma un dirigente lo más completo posible. Es decir, el dirigente aquel que se subía arriba de un cajón y lanzaba un discurso efusivo, no tiene lugar hoy. Hoy necesitás el dirigente que pueda tener ese discurso efusivo pero que, al mismo tiempo, lo pueda sostener con conocimiento científico. Y eso es estudiar. Un dirigente de primera línea que no estudia dos o tres horas por día está perdido. Podrá llegar porque en alguna ocasión la gente lo vote, pero no se podrá mantener si es que no construye los conocimientos necesarios para defender de buena manera a sus trabajadores. Y en algunos lados es vital conocer la legislación del organismo, las normas de salud laboral, conocer en profundidad el comportamiento organizacional del lugar donde trabaja. Te diría que tiene que conocer el lugar de trabajo mejor que el dueño. Este es el objetivo primario.
En la actualidad la lucha sindical uruguaya se enfrenta a otro escenario; si bien comienza un tercer período de gobierno “progresista”, se vienen desafíos porque este período parece que no se desarrollará con tanto crecimiento económico como en la década anterior. ¿Cómo ves al movimiento sindical en esta situación?
Bueno, la independencia sin indiferencia. Nosotros teníamos 120.000 afiliados en el 2003 y ahora tenemos 408.000. Teníamos 20% de negociación colectiva y ahora 92%. Teníamos falta de leyes laborales y se votaron en el período 40 leyes. Tendría que ser tonto para decir que este modelo de gobierno es igual al de Lacalle, Sanguinetti y Batlle. Eso no es falta de independencia, eso es no ser indiferente a los diversos procesos. Ahora la izquierda y el progresismo tienen el desafío de seguir distribuyendo y generando conquistas para la gente con un país creciendo a un menor nivel. Y eso implica un desafío en la ley de presupuesto, pero también desafíos en las normas legales. Por ejemplo, estamos fomentando una ley de insolvencia patronal para que no pasen casos como los de FRIPUR, que el dueño se va, seguramente no pasen la línea de pobreza pero los trabajadores que estaban ahí se quedan sin trabajo y sin cobrar sus haberes. O las empresas de Bella Unión donde pasó lo mismo. Esta ley supone que el empresario haga un pequeño esfuerzo para que ningún trabajador se quede sin cobrar lo que generó de aguinaldo, salario vacacional, salario. Es una ley legítima. Esto no requiere un solo centésimo al Estado. Requiere valentía política, ya que requiere votar una ley que los empresarios seguramente no van a avalar aunque esto signifique apenas 200 pesos por trabajador. Estas son las cosas que hay que tratar de modificar. Y al mismo tiempo la izquierda tiene un desafío para gobernar; probablemente la izquierda se haya corrido hacia el pensamiento promedio de la sociedad uruguaya. Ahora tiene el desafío de correr a la sociedad uruguaya hacia un pensamiento más progresista. Es decir, que la solidaridad no sea vista sólo como poner dos pesos en el supermercado, sino como una acción en la vida cotidiana. Esa acción nos va a permitir que la gente aprecie mejor el sistema nacional integrado de salud y pelee para modificar cuestiones que imposibilitan que los trabajadores de menos recursos accedan a la salud; porque si un trabajador tiene que pensar 10 veces para ver si puede pagar órdenes y tickets para ir el médico, probablemente no lo haga. Hay que generar esas condiciones. Si una sociedad progresista se va a preocupar de los menores infractores para intentar sacarlos de esa situación o los va a condenar. En un rato, acá en la Central, entra a trabajar un chiquilín de 19 años privado de libertad. Y lo hace como cualquier otro trabajador, es una posibilidad que tiene. Como él hay 20 en los distintos sindicatos. Hay uno en el camping de magisterio, otro en la caldera de AEBU, es decir esas cuestiones hay que hacerlas. Pero la sociedad también las tiene que hacer. Para que nuestro comportamiento en relación a la seguridad pública no sea solo represivo, sino también recuperativo, es decir que la persona que comete un error y está privado de libertad tenga opciones para salir de ese lugar en mejores condiciones. Todo esto requiere de una izquierda audaz y de un movimiento sindical audaz, es decir, colocando ideas que impliquen que la sociedad vaya evolucionando. Y esto se ha logrado; en primer lugar gracias a un grupo de jóvenes en los que nadie creyó que se denominaron “Comisión no a la baja” y que evitaron que en este país se procesaran como mayores a los muchachos menores de 18 años. Pero en segundo lugar, porque esa camada de jóvenes constituyó con otras organizaciones una agenda de derechos nuevos y positivos que dieron a la sociedad uruguaya determinados valores: el matrimonio igualitario, la legalización de la marihuana para evitar que sea monopolio del narcotráfico, la ley de interrupción voluntaria del aborto, la ley de salud sexual y reproductiva. Y seguramente vendrá una nueva agenda de derechos, porque a medida que la gente conquista derechos quiere nuevos derechos, y naturalmente esto tiene dos variantes: obtener los derechos y después construir la conciencia social para que esos derechos lleguen a la gente, esto es la parte más difícil. La parte más fácil es la Ley, después hay que lograr que llegue a la gente, y ahí es donde los movimientos sociales tienen que trabajar. Por suerte, no estamos solos. Nos acompañan un grupo importante de organizaciones sociales que hacen trabajo territorial, barrial, trabajo comunitario, trabajo en universidades y nos dan elementos académicos para la defensa de nuestros proyectos. Por suerte el movimiento sindical tiene vínculo con la academia, con las organizaciones de la sociedad, con la cultura, y esto nos permite un abanico de posibilidades muy importante.
Hablamos de relación con el gobierno, de la relación con la sociedad civil, hablemos de la relación con las empresas. En alguna nota dijiste que el desaceleramiento económico que comienza podía amortiguarse con las empresas que generaron un crecimiento muy grande a lo largo de los últimos años.
Sí, lo sigo pensando. Si tuvimos un país que creció a una tasa enorme en los últimos 10 años probablemente las empresas tengan suficiente respaldo como para aguantar aumentos que a veces estamos hablando del 2% de recuperación anual. No es una demencia el planteo. Pero sí que mantenga una brecha ascendente, es decir, que el salario no deje de crecer porque si hay 600.000 trabajadores que tienen $15.000 de ingreso es que esos trabajadores no están pudiendo vivir dignamente de sus ingresos. De forma tal que hay que generar las condiciones para que esto se modifique en el mediano y corto plazo. Sabemos que en un proceso de desaceleración esto es más complejo, pero vamos a ver, ahora si se trata de que una parte de las relaciones laborales el empresariado cede un poquito de sus ganancias para que los trabajadores de menores ingresos vivan de una manera mejor, esto se llama para mi gusto: justicia social. Generar condiciones para que haya mayor justicia social, es posible hacerlo.
¿Cómo ves al sector empresarial en los últimos años, notás algún cambio?
No. Las personas son bárbaras muchas de ellas, pero desde el punto de vista conceptual es muy retrasado. Las inversiones que hace el empresario uruguayo en relación al empresario extranjero son muy menores, muchos parecen más bolicheros que empresarios. Aquellos que sí han sido empresarios de punta, han invertido en ciencia y tecnología, en la formación de su personal, en generar condiciones favorables para la organización del trabajo, son esas empresas modelo, que crean condiciones para un desarrollo importante. Sin embargo, en los principales avances sociales del Uruguay han tenido una posición negativa; las 8 horas del trabajador rural parecería que se hubiera votado el apocalipsis del campo y ya vimos que se aprobó la ley y no pasó nada, la ley de Responsabilidad Penal Empresarial amenazaba con que iba a haber miles de empresarios presos, todavía no hay ninguno. Era inconstitucional, se acaba de decretar la constitucionalidad de la ley. Y si uno mira ley por ley, negociación colectiva, libertad sindical, tercerizaciones, licencia para los trabajadores privados que estudien, todas estas leyes iban a ser apocalípticas para el mundo del trabajo uruguayo y sin embargo esto no sucedió. Esa posición conservadora muchas veces detiene lo que podría ser un crecimiento mayor de la industria nacional. Y a nosotros nos causa dolor, porque si algo quisiéramos es que la industria nacional fuera potente, esto beneficiaría a todo el país.
Entonces hablando de una tipología de empresarios habría los que no invierten ni les interesa crecer, con peores puestos de trabajo y bajas remuneraciones…
Hay muchos que están con la lapicera en la oreja, midiendo el índice de ganancia del día, y no piensan en perspectiva, eso no beneficia a la sociedad. O generan determinado bienestar y paran, porque dicen “ta, con esto me va a dar”. Esa postura la he escuchado… Creo que es la peor manera de pensar una empresa.
Hablaste de FRIPUR y las empresas que cierran. ¿Cómo ven desde la Central los procesos de autogestión? ¿Y cómo es el vínculo de los sindicatos con las cooperativas?
Es muy bueno. Es una cosa novedosa para el movimiento sindical, organizar empresas autogestionadas no había sido hasta ahora nuestro papel. Pero sin duda aquí hay una alternativa a la propiedad de los medios de producción. Y va a depender mucho de la gestión para demostrar que somos además de confiables, productivos. Esto tiene dos problemas. El primero es que hasta ahora las empresas autogestionadas tomaron empresas fundidas. Me refiero a emprendimientos que el capitalismo abandonó por falta de rentabilidad. Entonces no es tan fácil darles rentabilidad. Sin embargo, aun así han funcionado, pero en perspectiva deberían ser generadoras de empresas embrionarias, me refiero a la producción de tal artículo o tales artículos que tienen esta matriz productiva y que necesitan de esta formación profesional de los trabajadores. Cuando ese proceso comience probablemente veremos un cambio cualitativo importante. Pero son sin duda un gran cambio en la sociedad. Y la relación es fantástica, incluso funcionan acá. Logramos tener un diálogo “de tu a tu” en forma permanente, no se han divorciado del movimiento sindical, todos ellos permanecen afiliados a su central sindical, y me parece que esta es una característica en Uruguay que sólo algunos tontos no ven.
¿Entonces ese antiguo recelo que podía existir entre sindicatos y cooperativas quizás se haya diluido?
Esos son recelos conservadores. Porque nosotros también tenemos vetas conservadoras, lo importante es superarlas.
Finalmente quería preguntarte por la participación de los jóvenes. Se ve en todas las instituciones que el recambio generacional cuesta, y creo que también es el caso de los sindicatos. ¿Puede llegar a ser un problema?
Sí, es un problema, un problema grave. Hay dos problemas graves: el recambio generacional y la participación de las mujeres. Y los dos son graves y de difícil solución.
Nosotros tenemos que trabajar en dos direcciones. Una es la formación de los jóvenes, que lo estamos haciendo. Y la segunda es darles espacio para integrar cargos de dirección. Y esto, como en cualquier organización de poder es fácil decirlo y no tan fácil hacerlo. No obstante, si uno mira la dirección del PIT CNT en relación a otras direcciones de instituciones del país es una dirección relativamente joven. Sin embargo hay que apuntar a una dirección de 35 años, esa es la verdad. Que haya algún cincuentañero está bien, pero la dirección tendría que tener un promedio de 35 años. Creo que es la edad óptima, ya no sos el jovencito que recién empieza. Aunque yo empecé a esa edad y es posible hacerlo; Juanjo Ramos empezó a esa edad, Fernando Gambera, con menos de 20 años integrando las direcciones nacionales. Pero también era la salida de la dictadura, es decir la mayoría de los veteranos estaban proscriptos, presos, o fuera del país, en circunstancias complejas… Y bueno, nosotros tuvimos que salir a la cancha casi de forma involuntaria. No obstante se puede. El problema es hacer un período de transición donde el joven que llega a la dirección no sienta que no está preparado. Esa es la peor frustración. Hay que darle formación política, sindical, de derechos, de sociología de psicología de historia, tiene que llegar preparado para sentir que es útil a su organización. Acá hay pila de jóvenes, hay una comisión de jóvenes que funciona, cuyos cuadros están preparados para dirigir el movimiento sindical. Ahora se trata de darles la oportunidad.
La menor participación de los jóvenes no es propia del sindicalismo, sino de las instituciones de la sociedad actual.
Pero sin embargo los jóvenes se movilizan, lo que pasa es que no se movilizan con la estrategia que tenía o tiene el PIT CNT, creo que de a poco nos vamos adaptando. Nosotros entendemos que hay otra forma de movilizarse que no es la tradicional, y que le suma al movimiento sindical un valor agregado. Y es que los jóvenes vengan no sólo a sumarse a las ideas del movimiento sindical, sino a sumarse y a transformarlas. ¿Quién es más revolucionario que un joven? Nadie. A mí no me van a pedir ahora que me ponga transgresor a los 50 años. El transgresor es el que tiene 20, 25 años. Esa transgresión la organización la precisa para modernizarse, para ser más activa, más pujante. Creo que de a poco vamos avanzando.
¿Qué pensás respecto a la desigualdad de género en la participación del movimiento sindical?
Con respecto a la igualdad de género somos un desastre. Nuestro estatuto es muy de confederación, de plenario, cada sindicato tiene el derecho de elegir su delegado y nadie le puede decir nada desde la Central, y la mayoría eligieron varones. También sucedes que la Ley de cuotificación queda impedida por este estatuto, que yo creo que es muy bueno para la unidad del movimiento sindical pero que no atiende a un problema que en la época que se formula no existía. Hay un buen libro de una compañera textil respecto a qué hacían las mujeres en la resistencia que plantea que en aquel momento nadie pensaba que la participación de género fuera importante. Sin embargo, 40 años después creo que gracias a la movilización feminista y a las organizaciones que se conformaron, incluso a la comisión de género del PIT CNT, hoy todos vemos como un déficit democrático que no haya la cantidad de mujeres necesaria dentro de la mesa representativa del secretariado, porque es una sensibilidad distinta que el movimiento sindical necesita. El movimiento sindical no necesita ser el Club de Tobi, necesita ser un movimiento que integre mujeres, jóvenes, diversidad. Que corresponda a lo que piensa el conjunto de la sociedad. Aquel movimiento sindical machista, de hombres musculosos, tiene que dar paso a un movimiento sindical diverso. Que mantiene sus brazos moviendo el engranaje, pero que también mantiene el cerebro de los que están intelectualizando su trabajo, que integra otras formas de trabajo más modernas, más tecnológicos, ese es el movimiento sindical que hoy se requiere. No estoy criticando el sindicalismo anterior, ese era el modo de producción de la época y la desigualdad no era vista como un problema; hoy por suerte las mujeres están en el mercado de trabajo, y son súper capaces. Los niveles de rendimiento en la universidad dan superiores a los varones, los niveles incluso de egreso universitario. Estamos teniendo mujeres más preparadas que los varones, pero que no logran acceder a los puestos de trabajo de mayor calidad. Ahí hay una inequidad que está vinculada a un proceso retardatario, y eso hay que modificarlo.
Como dijimos respecto a los jóvenes, no es un problema propio de los sindicatos, pasa en los partidos políticos, en los mandos altos de todas las instituciones…
Sí, y hay que cambiarlo. Hay cada vez más mujeres en la industria y en el agro pero las empresas tienen que tener cabeza. Se presenta una mujer y un varón para un puesto de tecnólogo y toman al varón aunque la mujer tenga una ficha académica mejor. Hay que cambiar la mentalidad. Cambiar la cabeza es un proceso, no es cosa de un día. Cambiar la educación, la salud, la construcción de la familia, son procesos de largo aliento. Uno no puede pensar que va a tomar una política hoy y va a resolver el problema hoy. Lo va a resolver en perspectiva. Tiene que ser un proceso tranquilo; no hay nada más tranquilo que un pueblo construyendo su historia, y los pueblos construyen su historia en décadas, decenas de décadas. Yo creo que estamos construyendo nuestra propia historia.