Los orígenes del valdismo, los encontramos en la ciudad de Lyon, Francia, entorno al año 1174, cuando un rico comerciante llamado Valdo – más tarde apodado Pedro Valdo -, a partir de una crisis de fe decide cambiar radicalmente el rumbo de su vida. Distribuye parte de sus riquezas a personas más pobres, a su familia, y con otra hace traducir partes de la Biblia a la lengua vulgar. Pues habiendo escuchado las enseñanzas de Jesús, surge en él el deseo de conocerlas más y ponerlas en práctica.
Retorno al evangelio, incomprensión y condena
El papa Gregorio VII (1073-1085) ya había realizado algunas reformas que centralizaban el poder en las jerarquías reduciendo la participación de los laicos y convirtiendo a su vez a la iglesia en la garante del orden feudal, donde la propiedad de la tierra pasaba a ser el mayor valor social. La dependencia interpersonal y el respeto al otro se basaban en el homenaje y la vida social se afirmaba en un conjunto de juramentos santificados por la Iglesia, cuyo incumplimiento era penado con graves sanciones tanto religiosas como civiles. Es un período donde se produce un gran desplazamiento de la vida económica y social del campo a las ciudades y centros urbanos, fenómeno que la Iglesia resiste, dado el riesgo de perder prerrogativas, sobre todo por la evolución social de campesinos, artesanos, y el auge de las organizaciones comunales, que las considera revolucionarias.
Valdo, según las crónicas de Esteban de Borbón, inquisidor dominico experto e informado, y las posteriores Crónicas de Laón, que narran su conversión, con su retorno al evangelio, se ubica en una situación de ruptura respecto a las lealtades y compromisos civiles y religiosos. Se trata de una precisa vocación del Cristo de los Evangelios, donde la comunicación verbal y la acción son un testimonio indivisible. Con la convicción paulatinamente reafirmada de que a la Iglesia de su tiempo le faltaba un elemento esencial: la predicación. Valdo no concibe su tarea en contra de la Iglesia, sino más bien en favor de una proclamación sencilla y verdadera del Evangelio, legitimado por una renuncia a las posesiones y seguridades que la sociedad ofrecía en ese momento.
La opción voluntaria por la pobreza no presentaba problemas, en cambio la libertad de la predicación sí. De esa manera Valdo y sus seguidores, llamados también “pobres de Lyon”, se presentan en el III Concilio de Letrán (1179) pidiendo autorización pero son rechazados y en el IV Concilio de Letrán (1215) son definitivamente condenados por herejes. “Una sola es la Iglesia Universal de los fieles, fuera de la cual nadie puede salvarse” – es la afirmación del Concilio, y Cristo está presente en esta iglesia en la eucaristía, donde tiene lugar la transustanciación del pan y del vino en su cuerpo, y este sacramento no puede ser consagrado sino por un sacerdote regularmente ordenado según el poder de las llaves que Jesucristo mismo confió a los apóstoles y a sus sucesores. Así se establece la distinción normativa entre la ortodoxia y la herejía. El Concilio compromete bajo juramento a las autoridades del mundo cristiano, al momento de asumir sus cargos, a que exterminarán a todos los herejes del territorio respectivo. En ese momento se implanta también la confesión auricular obligatoria ante un sacerdote para todos los cristianos por lo menos una vez al año. Además resultará escandaloso para la iglesia el hecho de que entre los valdenses, las mujeres al igual que los hombres también predicarán y enseñarán.
Desarrollo y primeras convicciones fundamentales
En la clandestinidad el valdismo desarrolla el ministerio itinerante de la predicación en contraste con la estabilidad monástica y la esporádica predicación episcopal. Así el movimiento se expande por toda Europa (Austria, Alemania, Bohemia, etc.). A los predicadores que saldrán de dos en dos, de acuerdo con el consejo de Jesús, se les llamará barbas, que en provenzal quiere decir tíos, porque también de acuerdo al mandato de Jesús, a nadie sobre la tierra se le debe decir padre nuestro, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos (Mateo 23,9). El movimiento se conformará como una fraternidad formada por laicos – hombres y mujeres, que ya no se conciben como súbditos del poder eclesiástico y político (poderes íntimamente ligados entre sí), sino como miembros cuyo único jefe es Cristo. En clara contraposición con el proceso de transformación de la iglesia, hacia un organismo jerárquico construido a imagen de la estructura del imperio. A las jerarquías eclesiásticas que respondían a esa estructura, que exigían obediencia porque se consideraban portavoces de los apóstoles, los valdenses contestarán sencillamente que se los tendrán por tales en tanto vivan y se comporten como los apóstoles.
Así y poco a poco el movimiento valdense se va convenciendo que la iglesia oficial ha errado en cuanto ha elegido el camino de los poderosos abandonando el camino de Cristo. El teólogo y filósofo Juan Gerson (1363-1429) hablando de los valdenses en el Concilio de Constanza dirá que: Los valdenses corrompen todo orden jerárquico no solo en la iglesia, sino también en la sociedad civil. No obstante los valdenses nunca aceptarán resignarse a fundar una iglesia separada, se comprenderán más bien en lucha permanente por una reforma de la Iglesia y de la sociedad toda.
Sobre la base de la lectura de las Escrituras, especialmente del Sermón de la Montaña (Mateo 5-7) rechazarán los juramentos de fidelidad y obediencia a los superiores, porque Jesús enseña que no hay que jurar (Mateo 5,33-36). Eso significaba el rechazo a la legitimación religiosa, o sacralización del orden constituido y una actitud sumamente crítica hacia reyes, gobernantes y magistrados. Rechazarán en forma radical la mentira, por respeto a la persona humana y en base a las palabras de Jesús: que tu si sea si y que tu no sea no, porque lo que es más de esto, procede del mal (Mateo 5,37). La vida terrena es un período de prueba a la espera del juicio final y luego solo hay dos caminos, la salvación o la perdición. Después de la muerte no hay ninguna posibilidad de influir en el juicio divino sobre los que ya murieron, esa posibilidad es una ilusión, no existe el purgatorio. En principio sostuvieron un no rotundo contra la violencia y la opción por el uso de las armas y la guerra, luego por la influencia del valdismo taborita bohemio, alrededor del 1400, se comienzan a reconocer la posibilidad de la resistencia armada dada la violencia de las imposiciones de la inquisición y los señores feudales.
El encuentro con la Reforma del siglo XVI
El pasaje a la Reforma del siglo XVI, ya encuentra en el valdismo el terreno preparado. Aunque no se trata de una simple continuidad. El historiador Amedeo Molnar afirma que: (…) ni los husitas ni la Reforma protestante son una sencilla prolongación de la protesta valdense. En el caso del movimiento husita, el mensaje valdense fue retomado e inserido en un contexto socio-teológico capaz de cuestionar las estructuras de la cristiandad occidental, pero en forma limitada. La Reforma protestante en cambio, logró establecerse firmemente en muchos países europeos gracias al propósito práctico perseguido por los grandes reformadores: convencer al grupo político en el poder de tomar en sus manos la reforma de la iglesia.
Una importante asamblea sinodal, realizada del 12 al 18 de setiembre de 1532 en un prado llamado Chanforán, en los Valles Valdenses, y luego de una ardua tarea de encuentros y consultas previas de barbas con los reformadores suizos, el valdismo franco-italiano decide la adhesión a la Reforma en su vertiente calvinista.
En cuando a concepciones doctrinarias básicas de la Reforma, como la doctrina de la justificación por gracia mediante la fe en Cristo que tan magistralmente definió Lutero sobre base bíblica, no hubo mayores inconvenientes, dado que el conocimiento de las Escrituras y la libertad de la predicación que ya existían en el valdismo, las habilitaban ampliamente. Se notaron sí los cambios en cuanto a la organización de la iglesia. La formación de congregaciones constituidas con sus asambleas locales, Consistorios integrados por Ancianos, Diáconos y Pastores residentes en un lugar (ministerios tomados de la iglesia primitiva según el Nuevo Testamento) la construcción de templos, la relación con las autoridades, era muy diferente al ministerio itinerante de los barbas y a la relación con las autoridades civiles que desde siempre los habían perseguido y procurado exterminar. No obstante las reservas, sobre todo por parte del valdismo bohemio y moravo ligado a los husitas con los cuales formaban una fraternidad ecuménica internacional, el nuevo camino fue emprendido.
Tiempos de nuevas persecuciones
La adhesión a la Reforma del siglo XVI significará para el valdismo aún más persecución y exterminio. Baste solo recordar: masacre de los valdenses en Luberón (Francia) en 1535, destrucción de las comunidades en Calabria 1561, la noche de San Bartolomé en Francia en 1572, las Pascuas Piamontesas en 1655, la revocación del Edicto de Nantes en 1685 por el rey Luis XIV, que el rey Enrique IV había promulgado en 1598 dando libertad de conciencia para los protestantes para poner fin a los enfrentamientos armados; nuevo intento de exterminio de la fe valdense con exilio de la población en el ducado de Saboya en 1686. No obstante y con el apoyo del protestantismo internacional ese duro período culminará en 1689 con la recuperación de los Valles Valdenses por parte de un grupo de exiliados para quedar definitivamente establecidos allí, aunque como un pequeño gueto, donde conservará hasta hoy su terruño, memoria y testimonio como iglesia organizada.
Tendrá que llegar el año 1848, en un 17 de febrero y gracias al edicto del duque Carlos Alberto de Saboya, para que por fin la emancipación valdense se produzca. Junto a los judíos, ahora se los recibirá como ciudadanos, con derecho a estudiar, comerciar, tener propiedades, documentación, aunque nada cambiará en lo religioso. No obstante esto será una puerta abierta a la recuperación de la libertad y el desarrollo de una actividad misionera muy fuerte especialmente en toda Italia y a la emigración con mejores garantías que antes no tenían.
Llegada al Río de la Plata. Primeros valdenses en Uruguay
Antes del 1848 y previamente a aquella del Río de la Plata ya había habido emigración de valdenses hacia EEUU (fundación de Nueva York), África del Sur, Holanda, Inglaterra, Alemania. Pero ahora con la emancipación se abrían otras posibilidades. La situación en los Valles, debido a la superpoblación y años de sequía se había vuelto insoportable.En 1852 un valdense llamado Juan Pedro Planchón llegó a Montevideo y desde allí escribió a sus parientes, luego de lo cual en enero de 1857 llegará el primer contingente de 11 personas, el 24 de setiembre de 1857 otro de 72 personas y el 29 de enero de 1858 otro de 136, que irán a establecerse al paraje La Macana vecino a la ciudad de Florida.
Allí se sabe que tuvieron problemas con el sacerdote católico y algunas personas que no toleraron su presencia. El 31 de julio de 1858 firman el contrato de la primera colonia, la Colonia del Rosario Oriental, con la “Sociedad Agrícola del Rosario Oriental” que daba tierras y herramientas con facilidades para pagarlas con las sucesivas cosechas. 45 familias de Florida se establecieron en el nuevo destino, cada chacra tenía 36 cuadras (26 hectáreas) que prácticamente a los tres años de adquiridas ya estaban casi todas pagadas. En 1874 se constituye en Montevideo una Sociedad de especuladores llamada “La Cosmopolita” que compra en 1877 quince mil hectáreas sobre el Rosario, comprendido el “Rincón de la Virgen” que hace fraccionar en lotes de 15 hectáreas, donde a fines de 1882 se establecen 54 familias valdenses entre el camino nacional y el Río de la Plata. En la medida que crecía la población y pudieron conseguir tierras para trabajar se fueron estableciendo en diferentes departamentos del país como en los pueblos y ciudades e incluso en Argentina donde también hubo una migración directa desde los Valles.
El templo y la escuela, signos valdenses
El templo y la escuela fueron los dos signos emblemáticos y testimoniales que los valdenses desplegaron en el Río de la Plata. Por su herencia protestante ante la necesidad de ofrecer no solo a su descendencia, sino también a la población circundante y conciudadana del país en general una forma de vida digna y libre, ambos signos siguen siendo un imperativo vigente hasta la actualidad. Paralelamente a la tarea diacónica con hogares para ancianos, niños y niñas, personas con capacidades diferentes, y variadas tareas con diversas áreas sociales. Porque la fe en Cristo, implica servicio, dignificación y oportunidades de desarrollo de la persona humana y de la sociedad en general, en todos los aspectos.
El modelo de organización como iglesia será bajo la forma presbiteriano – sinodal. Su confesión de fe es del año 1655 y la disciplina y las antiguas ordenanzas eclesiásticas de la misma época. En Uruguay se constituye primero como iglesia local, luego como un distrito más del área italiana, luego conferencia y a partir del año 1965 ya hasta la actualidad como área de un mismo Sínodo, que se reúne en el mes de agosto en el área europea y en febrero en el área rioplatense.
De acuerdo a una resolución de la Asamblea sinodal del año 2009 la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata integrada por veinticinco congregaciones, en Uruguay y Argentina, define su visión como:Una iglesia unida para que el mundo crea, que confiesa a Jesucristo como Señor y Salvador y que anuncia el Evangelio; que a partir de su identidad sea una iglesia inclusiva, participativa, sustentable, afectiva y contenedora; sensible a las necesidades de los demás, comprometida y con presencia profética en la sociedad; una iglesia en la que te den ganas de estar. Su misión es buscar el Reino de Dios anunciando su amor y dando testimonio de una vida en comunidad solidaria, restauradora, proclamadora de la justicia y en armonía con la naturaleza. Sus valores: libertad, justicia, solidaridad, integridad, humildad y vocación ecuménica.