En el marco de la cumbre de París sobre el cambio climático, los ciudadanos del mundo nos convocamos a manifestar en la “Marcha Global contra el Cambio Climático”, el día 29 de noviembre, expresando así el consenso de un amplio sector de la sociedad civil sobre la urgencia de un acuerdo y un compromiso efectivo. En Uruguay, Cristianos en Red impulsó esta iniciativa, a la que se sumaron veintidós redes y organizaciones de la sociedad civil.
La cumbre de París y la Marcha contra el cambio climático
Desde el 30 de noviembre hasta el 11 de diciembre de 2015 se celebra en París la vigésimo primera Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Esta nueva negociación debería desembocar en un acuerdo internacional sobre el clima aplicable a todos los países, con el objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de los 1.5°C [1]. De no lograrse este objetivo, las proyecciones de los expertos indican que habrá cambios irreversibles en el ambiente, afectando en primer lugar a los más pobres. La gravedad del cambio climático y sus consecuencias sobre los pobres son denunciadas por Francisco en Laudato Si’ (n° 25 y 26).
Los ciudadanos del mundo a través de sus organizaciones fueron convocados a manifestarse simultáneamente en la “Marcha Global contra el Cambio Climático” el día 29 de noviembre de 2015, expresando así el consenso de un amplio sector de la Sociedad Civil, sobre la urgencia de un acuerdo y un compromiso efectivo y eficaz.
En Uruguay, Cristianos en Red tomó la iniciativa para esta convocatoria, a la que se sumaron veintidós redes y organizaciones de la sociedad civil, incluyendo diversos grupos religiosos, ambientalistas, y de identidad étnica[2]. Y como no se trata de ocupar espacios sino de generar procesos, esta red de redes, organizó un festival de cortometrajes sobre cambio climático[3] y un festival de dibujos. El primero, para que los jóvenes creativos investigaran sobre el tema y produzcan material audiovisual para la sensibilización. El segundo, para que los niños ilustraran como cuidan el ambiente y así favorecer la toma de conciencia sobre la importancia del compromiso de cada uno. Los dibujos fueron compartidos por los niños a través del sitio web: www.latierraesnuestracasa.uy
Las organizaciones convocantes de este proceso acordaron una proclama que llama a forjar un nuevo modelo de desarrollo, centrado en la solidaridad, la ética, la educación y el trabajo… Sin duda un modelo en la dirección del proyecto de Jesús.
En Montevideo, la Marcha contra el Cambio Climático fue precedida de un espectáculo artístico en la Plaza 1º de Mayo, durante el cual se leyó la Proclama. Después del espectáculo artístico, en un acto simbólico, los participantes rodearon completamente el Palacio Legislativo con una tela verde, en un “abrazo ecológico”, reclamando de este modo un mayor compromiso a nuestros gobernantes en la lucha contra el cambio climático.
Es el momento de actuar
La proclama fue leída en la Plaza 1º de Mayo por Graciela Salaberri (Presidenta de la Red Uruguaya de ONGs Ambientalistas), por Marcelo Sejas (Directivo del Movimiento Scout del Uruguay) y por el Cardenal Daniel Sturla (Arzobispo de Montevideo). Dice la proclama:
En unas horas, líderes de todo el mundo se darán cita en París, para la vigésimo primera Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Grandes expectativas a nivel mundial confluyen en que se logre un acuerdo vinculante, y por primera vez universal, que permita luchar eficazmente contra el cambio climático e impulsar la transición hacia sociedades y economías resilientes y bajas en carbono.
En el día de hoy, los ciudadanos del mundo a través de sus organizaciones participamos simultáneamente de esta “Marcha Global contra el Cambio Climático”, manifestando así el consenso de amplios sectores de la Sociedad Civil, en cuanto a la urgencia de un acuerdo y un compromiso efectivo y eficaz para el futuro de todos.
Los ciudadanos del mundo hacemos un llamado a quienes tienen el deber de tomar las decisiones políticas claves, que no comprometan nuestro futuro común y de las generaciones futuras, en pos de un desarrollo que a todas luces hace insostenible la vida y al propio planeta.
En el mundo, el cambio climático golpea a los más pobres y aumenta su vulnerabilidad. Aviva conflictos a causa de los recursos, contribuye a tensiones y desplazamientos masivos.
Desde Uruguay, pedimos a los actores políticos que extremen los esfuerzos hacia un acuerdo ambicioso que limite el calentamiento global a 1,5°C, bajando las emisiones de gases de efecto invernadero y la intensidad de utilización de los recursos de la tierra, manteniendo los servicios ecosistémicos de la VIDA.
Nuestra casa común, el planeta Tierra, es al universo como una gota de agua a la inmensidad del océano. Sin embargo, en su pequeñez alberga una maravillosa biosfera en la que millones de años de evolución desarrollaron complejos sistemas ecológicos que sostienen las diversas formas de vida, y entre ellas, los seres humanos.
El clima y la vida evolucionaron juntos, en un equilibrio dinámico que ha permitido la adaptación de las especies, manteniendo una rica y variada biodiversidad por miles de años.
En este proceso, la irrupción de las sociedades humanas posmodernas es un factor distorsionante y desequilibrante. Nuestra especie es hoy el principal depredador del planeta. La lógica tecnocrática y económica, que conduce a la máxima eficiencia y al máximo lucro, impacta en forma irreversible sobre los equilibrios naturales.
El cambio climático acelerado es el mayor impacto global y uno de los más dramáticos impactos de este modelo de desarrollo. En particular, la mayor variabilidad climática generada, afecta ciclos naturales, alterando servicios ecosistémicos, esos que facilitan, por ejemplo, el acceso al agua para la producción de alimentos y el consumo humano. Afecta los ciclos de cultivo, vulnerando especialmente a quienes dependen directamente de los frutos de la tierra, e indirectamente a quienes utilizan la mayor parte de sus ingresos para adquirir alimentos, que resultan cada vez más caros.
El aumento de la frecuencia y magnitud de los eventos extremos: sequías, inundaciones y temporales, con graves consecuencias, en especial para las comunidades más vulnerables, es uno de los efectos más evidentes del desequilibrio que estamos causando. Pero las sociedades más industrializadas, -principales responsables del cambio climático acelerado-, son las sociedades que mejor preparadas están para adaptarse a sus consecuencias. En cambio, quienes han estado al margen de los beneficios del desarrollo industrial, se encuentran hoy más vulnerables. Esta paradoja se verifica no solo entre naciones, sino también dentro de una misma nación, donde las inequidades en la distribución de recursos y de oportunidades generan abismos entre ricos y pobres.
Así, el cambio climático, acelerado por la acción de la sociedad posmoderna y consumista, constituye hoy una causa principal de injusticia y sufrimiento. De nosotros depende que esta injusticia y este sufrimiento no se perpetúen y se agraven en las futuras generaciones. Este cambio en el clima, no solo afecta a las comunidades humanas, sino también a infinidad de especies animales y vegetales, cuyas poblaciones son disminuidas al extremo de la extinción, generando a su vez nuevos desequilibrios que amplifican las consecuencias de los impactos originales.
Concordamos con el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en que “Somos la primera generación que puede poner fin a la pobreza. Y somos la última generación que puede evitar los peores efectos del cambio climático”[4]. Es necesario un cambio radical en el modelo de desarrollo.
El crecimiento económico es condición fundamental del actual modelo de desarrollo. Se basa en el aumento de la producción y del consumo. Este sistema, a través de los mecanismos del mercado y sus herramientas de persuasión, impone un cambio cultural, y coloca al consumo y la acumulación como fines en sí mismos. La presión hacia el consumismo, lleva a aumentar el nivel de producción, y en consecuencia, aumentan los niveles de emisión de gases de efecto invernadero, que difícilmente serán mitigados a tiempo con la urgente adopción masiva de energías limpias. El aumento del consumo global, que este modelo de desarrollo impone, deja a gran parte de la humanidad al margen de los beneficios del crecimiento y degrada el medio ambiente de forma irreversible, hipotecando el futuro de la humanidad.
Por todo lo anterior:
Exigimos a los líderes mundiales y a nuestros gobernantes un compromiso eficaz para reducir las emisiones que generan el efecto invernadero, y el cambio de uso de la tierra, asumiendo responsabilidades compartidas y diferenciadas de acuerdo a las respectivas posibilidades y responsabilidades en este proceso de degradación ambiental.
Exigimos a los líderes mundiales y a nuestros gobernantes recuperar la autoridad y el liderazgo perdidos o cedidos a quienes detentan el poder económico, para guiar a nuestras sociedades hacia un nuevo modelo de desarrollo, orientado por ética, búsqueda del bien común, respeto de los derechos humanos, igualdad de oportunidades, educación integral, y el reconocimiento y la valoración de la multiplicidad de saberes, y de la diversidad cultural y religiosa.
Invitamos a cada uruguaya y a cada uruguayo a que no se deje engañar por las promesas del consumismo y se comprometa desde la cotidianidad de su vida a construir un nuevo modelo de desarrollo fundado en la solidaridad, el respeto y el trabajo responsable y honesto, para que todos podamos disfrutar del “buen vivir” en armonía con el ambiente, porque creemos que esta es la verdadera medida del desarrollo.
Red de redes
La experiencia de trabajo en red de redes y con la participación de organizaciones tan diversas, derriba prejuicios y desconfianzas, enseñando que más allá de las diferencias, en los asuntos que más deberían importarnos siempre podremos alcanzar acuerdos con otros, desde los cuales caminar juntos.
Como Pueblo de Dios, ¿Estamos llamados a ser parte de estos procesos colectivos? ¿No son más los riegos que los posibles beneficios? ¿No es más seguro concentrarnos en dar testimonio en nuestras comunidades a quienes se acercan buscando a Dios?
Francisco nos da la respuesta en Evangelii Gaudium N 49. “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37).”
En estos procesos participativos conocemos al diferente y nos damos a conocer desde nuestra identidad cristiana. Allí nuestro compromiso profundo con los problemas del mundo hace creíble nuestro anuncio, que no es retórica sino vida entregada. Allí también descubrimos la acción del Espíritu que se manifiesta en el compromiso de tantas hermanas y hermanos que sin haberse encontrado con Jesús, intuyen que la felicidad radica en hacer felices a los demás. En estos procesos participativos orientados al bien común, colaboramos en la realización del Reino soñado por Dios y damos espacios para la acción de su Espíritu: nosotros la levadura y el Espíritu el agua, que al mezclarse con la harina hacen crecer la masa.
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[1] Este objetivo ya es visto como inalcanzable por la mayor parte de los gobiernos, que se conformarían con evitar que se sobrepasen los 2.0°C. Lo cierto es que si no se incrementan los compromisos adelantados para la COP21, las proyecciones de los expertos indican que se superarán los 3.0°C y las consecuencias serán dramáticas.
[2] Movimiento Scout del Uruguay, Sociedad civil Amigos del Viento, Red Uruguaya de ONGs Ambientalistas Cáritas Uruguaya, Iglesia Anglicana del Uruguay, Asociación Uruguaya de Educación Católica (AUDEC), Centro Uruguayo de Tecnologías Apropiadas (CEUTA),Centro Cultural Islámico del Uruguay, Observatorio del Sur (OBSUR), Consejo de la Nación Charrúa (CO,NA.CHA), Red Temática de Medio Ambiente de la Universidad de la República (RETEMA), Organizaciones Mundo Afro (OMA), ONG Retos del Sur, Asociación Nacional de Organizaciones No Gubernamentales Orientadas al Desarrollo (ANONG),Organización para la Conservación de Cetáceos Uruguay, Fraternidad de Antiguos Scouts y Guías del Uruguay, Comité Central Israelita, Fundación Iniciar, Cruz Roja Uruguaya, Coordinadora Nacional de Economía Solidaria, Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM) y Red Uruguaya de Agroecología (Regional Toronjil).
[3] Los cortometrajes finalistas se pueden ver en: https://www.youtube.com/channel/UCDhuCc1ujAmpFTf8EdpZBZA/playlists?spfreload=10
[4] Discurso del Secretario General de las Naciones Unidas al Congreso Nacional de la República del Paraguay (Asunción, 26 de febrero de 2015)