En la audiencia extraordinaria sobre el Año Santo, antes del comienzo de la temporada de las vacaciones en el hemisferio norte, el papa Francisco ha querido exhortar a mantener viva la mirada y la conciencia de los cristianos y de todas las personas de buena voluntad y a no olvidar las obras de misericordia. Hablando sobre las formas antiguas y nuevas de pobreza ha dicho: “A nosotros se nos exige permanecer vigilantes como centinelas, para que no suceda que frente a las pobrezas producidas por la cultura del bienestar, la mirada de los seguidores de Cristo se debilite y se vuelva incapaz de ver lo esencial. ¿Y qué significa mirar lo esencial? Mirar a Jesús en el hambriento, en el preso, en el enfermo, en el desnudo, en quien no tiene trabajo y debe sostener una familia… Estas son las obras que se nos piden hoy: ver a Jesús en esta gente. ¿Por qué? Porque es así que nos mira Jesús, a mí, a todos nosotros”.
En esta línea queremos situarnos en esta edición 47 de nuestra Carta Obsur. Intentamos, en las páginas centrales y en la entrevista, algunas miradas sobre la pobreza en nuestro país. Pero no nos centramos en los números, en los indicadores, que dicen mucho pero al mismo tiempo poco. Poco de los seres reales, de carne y hueso, con los que nos cruzamos a veces, pero que en la mayoría de los casos se nos han ido invisibilizando.
Sabemos que en el mundo, y también aquí entre nosotros, se va evolucionando en el análisis de la pobreza, como modo de poder mirarla de una forma cada vez más humana, aunque la llamemos inhumana, es decir, más real, más identificada con historias personales. En ese campo se sitúan los estudios (que son de hecho más que eso) que buscan ir más allá de los aspectos solo económicos o de los indicadores más clásicos (techo, salud, educación, trabajo…). Que siguen siendo claves, pero que difícilmente permiten hacerse una idea de la pobreza que tiene que ver no solamente con las necesidades sino también con las aspiraciones no satisfechas, las capacidades postergadas, el reconocimiento ignorado, etc. O, para decirlo de otro modo, atender con cuidado a las desigualdades.
La última evolución de los países latinoamericanos, nos muestra un descenso importante de la pobreza, pero al mismo tiempo un aumento de la desigualdad. Uruguay es una excepción, como nos dicen los analistas, pero de hecho hemos avanzado mucho menos en términos de superación de la inequidad que de la pobreza.
En esta línea, hace ya mucho tiempo que una cierta sensibilidad que nos animamos a llamar cristiana (sin ninguna exclusividad), se preocupó de incluir preocupaciones de esta índole al tratar de medir, analizar y denunciar la pobreza. Baste pensar en el concepto de “desarrollo humano”, de “economía humana” del dominico pionero Lebret, que tanta influencia tuvo en los Equipos del Bien Común y luego el Centro de Economía Humana vernáculos, y cuya prédica fue asumida hasta por las Naciones Unidas. Para no hablar de los Papas (recordar la “Populorum progressio” de Pablo VI). O de la teología de la liberación, que puso nuevamente al pobre en el corazón de su lectura de los signos de los tiempos. Y que no ha dejado de afinar sin pausas la comprensión de esa imagen, en la que se revela Jesús. Por decir una cosa más, es sobre todo en la insignificancia y la postergación sistemática en la que yacen los pobres, y no solo por su postergación económica o social, aunque estas sean definitorias. Seguramente es por su sensibilidad a los rostros concretos de los pobres de hoy (recordar Puebla) que la enseñanza de Francisco conmueve tanto o es tan rechazada.
Aunque conscientes de nuestra limitación, en esa perspectiva tratamos de inscribirnos no solo con este número sino con una atención continua a esta realidad dolorosa para “ser centinelas”, para aprender a “ver a Jesús” en aquellos y aquellas con los que El se identifica, según las palabras citadas. Pocas cosas desearíamos más que aportar algo en este sentido, así como despertar ganas de contribuir a esta búsqueda, de animarnos a compartir nuestros saberes y vivencias al respecto. Porque sobre todo se trata de vivir, de comprender mejor sí, pero siempre para pasar continuamente a una solidaridad efectiva y mayor. Citamos otra vez: “Quien ha experimentado en la propia vida la misericordia del Padre no puede permanecer insensible a las necesidades de los hermanos. La enseñanza de Jesús no nos permite puertas de escape… La obras de misericordia [Bergoglio alude a Mateo 25] no son temas teóricos, sino testimonios concretos. Obligan a remangarse para aliviar el sufrimiento”.
Los saludamos hasta el próximo encuentro. No dejen de hacernos llegar sus impresiones.
La Redacción
Nos ilusionamos un poco pensando que tal vez estaban extrañando nuestra salida. Sea lo que sea, sí, nos hemos atrasado bastante. Cuando este compromiso debe combinarse con las demás (y principales, impostergables obligaciones diarias), a veces la cosa se complica. Sepan comprender, y sobre todo, recordar que eso se simplificaría si tuviéramos más manos, directamente en el equipo de redacción, o colaborando más puntualmente. Esto es algo que todavía no hemos logrado, siendo tal vez el objetivo central de nuestra existencia: crear y mantener un espacio de expresión laical, pluralista, libre, comprometido. Es decir, un lugar para permanecer vigilantes y solidarios.
Y no dejen de pasar nuestra Carta a quienes piensen que les pueda interesar y servir. Gracias.