Vía Crucis encarnado

En la tarde del lunes santo tuve una experiencia de Vía Crucis Encarnado. No fue una práctica de piedad ni devoción; pero humildemente creo que fue acción del Espíritu que viene en ayuda de los más necesitados.

Dios actúa a través de mediaciones, y es así, que de manera inesperada, me llevó a tomar contacto con una realidad de la que tenía conocimiento desde año y medio, y se había hecho pública con el “Operativo Mirador”: la tristísima realidad de tantas familias del barrio que eran expulsadas de sus casas con lo puesto, por culpa del narcotráfico.

El Espíritu, a través de mediaciones me llevó a la entrada de un pasaje, donde me encontré con una vieja camioneta cargada con una mudanza. La razón: en la noche los habían copado, y estaban amenazados. Si se quedaban, no sé qué podría pasarles en cuestión de horas. Llegué hasta la puerta del ranchito de esta persona, y contemplé una de las escenas más dolorosas que he visto: una familia numerosa, decidiendo qué llevar y qué dejar (inclusive, tomando la dolorosa decisión de dejar mascotas de los niños, que a alguien le puede sonar superfluo, pero que estos niños habían cuidado todo este tiempo). Allí me preguntaron de la posibilidad de trasladar a los niños a su nuevo hogar, y obviamente dije que sí.

En mi pequeño auto entramos tres adultos, cuatro niños y dos gatitos, que por su tamaño fue posible trasladar. Salimos detrás de la vieja camioneta, que por poco logró vencer uno de los tantos repechos que teníamos en el camino. La marcha lenta de la camioneta, las imágenes que había visto, convirtieron ese traslado en mi Vía Crucis. Detrás de mí, una de las niñas iba llorando. Sus hermanos trataban de consolarla, otro hablaba de los amigos que dejaba, del cambio de escuela, entre otras cosas. Fue un traslado lleno de dolor. El ritmo de la camioneta hacía que de verdad aquello fuese un camino con “estaciones”. Sin lugar a dudas, este trayecto era el mismo Jesús, cargando con la Cruz de la injusticia, el dolor, la desprotección de los más desfavorecidos.

Llegamos a destino. No supe qué decir. Me agradecieron, pero yo seguí con el llanto de esa niña en mi corazón, y la impotencia frente a la situación de tantas personas que como ellas, deben dejar su hogar de manera violenta e injusta.

Y pensar, que me dejo desanimar por “discusiones de sacristía”, mientras una niña llora porque tiene que dejar el hogar que habitó desde su nacimiento.

Sin lugar a dudas, fue una experiencia dolorosa, pero al igual que la Cruz, aportó su lado de Luz. Sin buscarlo, acompañamos a esta familia en un momento muy duro. De alguna manera, hicimos presente a este Jesús que camina a nuestro lado, y carga con nuestros dolores. Por esta razón, elegí la imagen del “Cristo de los carritos” de Cacho para ilustrar esta nota. Él vio en el sufrimiento de los clasificadores a Jesús haciendo un Vía Crucis diario. Esta experiencia me conectó con aquella, y con el sentimiento de Cacho.

Decidí escribirlo por varias razones: porque muchas personas se enteran de estos hechos por los informativos, pero no se enteran del dolor que existe detrás de cada una de estas situaciones. Para mí, estos hechos dejaron de ser noticia; hoy tienen un rostro concreto, y un sonido concreto, el llanto de esa niña. Lo escribo para grabarlo en mi memoria, y para tenerlo presente, cada vez que me desaniman “discusiones de sacristía”, mientras Jesús sigue cargando la Cruz junto a los más desfavorecidos.



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