El sábado 28 de mayo, más de trescientos laicos y laicas integrantes de distintas Diócesis y de diversos movimientos de todo el país nos encontramos en el Colegio Maturana para reflexionar y celebrar juntos, bajo el lema: “En el año de la Misericordia: Construyamos Fraternidad en una sociedad fragmentada”.
El escenario de la fragmentación
Se trata de una instancia que se realiza cada dos años. En esta oportunidad nos propusimos centrar el intercambio y la reflexión sobre lo que está ocurriendo en nuestra sociedad uruguaya, preguntarnos sobre los procesos de fragmentación social cuyos efectos se están haciendo visibles y cómo respondemos en esta situación al llamado de Jesús a vivir como hermanos, hijos de un mismo Padre. En particular en este año en que la Iglesia nos llama a ser misericordiosos como Él.
El contador Enrique Iglesias fue el primero que nos brindó su aporte para ayudarnos a comprender los procesos que estamos viviendo a nivel mundial y cómo se reflejan e inciden en nuestro continente y en nuestro país. Su deseo era estar presente en el Encuentro, pero finalmente no pudo viajar a Montevideo en esta fecha. Nos envió la conferencia en un video y pudimos intercambiar luego preguntas vía Skype. Realizó una excelente síntesis de la situación que hoy vivimos y de los desafíos planteados a nivel global y nacional.
Nos habló del cambio de época en que estamos insertos, de los principales factores impulsores de cambios (tecnológicos, económicos y geopolíticos) y de los que generan fragmentación (las desigualdades, la injusticia en la distribución de los recursos, el actual funcionamiento del mundo financiero y de la banca -virtualmente en las sombras- y el comercio mundial y sus problemas de regulación). Se refirió a la situación de América Latina, sus fortalezas, debilidades y los desafíos que hoy debe enfrentar.
Brindó su testimonio personal sobre las influencias que recibió en su juventud trabajando en Uruguay, de su experiencia en la CEPAL y el impacto que representó para él la visita y el pensamiento del Padre Lebret a mediados de los años 60. Sintetizó tres objetivos centrales en su propuesta de una Economía Humana, “al servicio del hombre y de todos los hombres”: Aprender a convivir. Aprender a crecer, a desarrollarse y la Relevancia de los valores.
Finalmente leyó el mensaje del Padre Lebret a los jóvenes que en 1968 se preparaban para integrar los Equipos del Bien Común, mensaje que tiene aún hoy una impresionante vigencia, exhortándolos a “comprometerse resueltamente y con pasión en el ascenso del ser humano”.
Posteriormente, tres panelistas realizaron algunos comentarios y presentaron elementos sobre distintos aspectos que enriquecieron los insumos necesarios para profundizar en el tema propuesto.
José Arocena nos habló de la fragmentación de los vínculos en la sociedad moderna en todos los niveles, ilustró como vivimos en la sociedad del anonimato y su incidencia en la identidad. Cómo la vida en las grandes ciudades se caracteriza por relaciones superficiales, lejanas y anónimas. Al mismo tiempo, señaló que se han desarrollado en forma vertiginosa redes que generan millones de contactos al día, pero que ese conocimiento fugaz de las redes electrónicas no permite el conocimiento cercano que posibilita que el otro sea realmente un “prójimo”.
Destacó la importancia de rescatar la pequeña dimensión, la comunidad, la asociación. Planteó cómo en esa misma sociedad que tiende al aislamiento surge la pequeña dimensión como una instancia de constitución del vínculo, dónde el otro pasa a ser alguien con quien comparto experiencias de diversa índole.
Finalmente, subrayó que el vínculo es una condición necesaria para disminuir la fragmentación social, pero no es suficiente, es esencial la orientación del vínculo. Un tejido rico en vínculos puede orientarse a la destrucción, la corrupción o a la humanización. Un proyecto de Humanidad es lo que nos permite salir de la extrema fragmentación, encontrar un sentido que haga posible integrar la diversidad sin que esta derive en proyectos excluyentes que generan conflicto, enfrentamiento y destrucción. La buena noticia de Jesús es precisamente un proyecto de humanidad, que “no reconoce límites, que se dirige a cada cultura singular, siendo su horizonte la humanidad toda”.
Federico Rodríguez se refirió a los procesos de inclusión y exclusión en el Uruguay actual, a los desafíos que persisten y a los que emergen.
Mostró como se han venido generando en las últimas décadas transformaciones en los principales pilares generadores de identidad y del sistema de bienestar en el Uruguay. Cambios en el mercado de empleo y estructura del desempleo, en la composición y funciones de las familias, los procesos de creciente segregación educativa y residencial, la concentración de la reproducción poblacional en los sectores más vulnerables y la persistencia de la infantilización de la pobreza.
Advirtió que el deterioro de los mecanismos que garantizaban un mínimo de igualdad de oportunidades y de movilidad social sigue generando hoy incertidumbre sobre el futuro. Las brechas se han ido ahondando, pasando de ser meramente económicas a ser sociales, culturales, identitarias.
Emergen entonces nuevos desafíos entre los que destacó: la necesidad de encarar acciones integrales, sistémicas y personalizadas; y de tomar conciencia y hacernos cargo de que las transformaciones necesarias para superar esta fragmentación implican cambios en todos los sectores sociales y no solo en los más vulnerables.
Rosa Ramos partió de asumir que nuestra sociedad presenta dolorosas fracturas que se profundizan en medio de crisis globales y regionales. Todos, cristianos o no, somos desafiados a responder a esta situación apelando a mediaciones que nos permitan comprender la complejidad de la situación y asumir nuestra responsabilidad “todos somos parte del problema y parte de la solución”
Como seguidores de Jesús nos propuso plantearnos ¿cómo leer el Evangelio, la vida y la prédica de Jesús hoy, aquí en este Uruguay, para intentar ser fieles seguidores suyos, constructores de fraternidad? Nos desafió a interpretar el llamado a seguirlo “volviendo a encontrarnos” con Jesús de Nazaret. A preguntarnos: ¿Dónde, en qué tiempos y sociedad, en qué escenarios se movió, de quiénes se rodeó, a quiénes en particular “salvó” Jesús? No para repetir anacrónicamente sino para seguirlo hoy y aquí encarnados y encarnándonos en la historia.
Enfatizó que hemos sido llamados y enviados al seguimiento comunitario, vivir la fe en forma comunitaria es central en el proyecto de Jesús. Sus seguidores hemos sido llamados a “escrutar a fondo los signos de los tiempos”, a descubrir esos signos en las semillas de vida y esperanza que brotan, a alegrarnos y cultivar esos brotes donde aparezcan.
Destacó que hemos sido invitados a ser seguidores desde una fuerte vida de oración, que a su vez nos moverá al compromiso cotidiano. Afirmó que no se trata de elegir entre ser contemplativos o activos, se trata de una unidad indisoluble. Recordando las palabras de Patricio Rodé, de “construir ciudadanía y eclesialidad a la vez”.
Luego de escuchar las exposiciones disparadoras nos reunimos en grupos para intercambiar los ecos que generó en nosotros, así como las reflexiones compartidas con nuestros grupos de procedencia como preparación al Encuentro sobre las fracturas que percibimos en nuestra realidad cotidiana, y cómo buscamos transformarla desde nuestra vocación laical construyendo fraternidad. Estos momentos de encuentro más cercano nos ayudaron a conocernos mejor y fortalecer los vínculos entre nosotros.
Fortalecer nuestro compromiso laical
Celebramos la Santa Misa, con alegría, poniendo en manos del Señor nuestro trabajo y compartiendo el pan como lo hicieron Jesús y sus discípulos con la multitud reunida, como escuchamos en el texto evangélico que leímos. Concelebraron la Eucaristía el Cardenal Daniel Sturla y los Obispos Milton Troccoli, Rodolfo Wirz, Heriberto Bodeant, Martín Pérez y Arturo Fajardo. Varios de ellos nos acompañaron durante todo el día.
Por la tarde se trabajó en Mesas Temáticas que profundizaron sobre cómo están operando los factores de inclusión y exclusión en diversos ámbitos y los caminos para generar integración y fraternidad en cada uno de ellos. Las Mesas encararon cinco temas: Familia, Trabajo, Educación, Convivencia Ciudadana y Medio Ambiente.
Un equipo conformado por tres (en algún caso cuatro) Panelistas y un Coordinador presentaron aportes en función de sus conocimientos, experiencias y reflexiones sobre la temática específica de cada Mesa. Fueron veinticinco laicos y laicas que conformando cinco equipos trabajaron en las semanas previas preparando estos aportes buscando contribuir con insumos para profundizar el análisis de cada uno de los temas y estimular el intercambio con los participantes.
Este esfuerzo por preparar y trabajar con seriedad permitió enriquecer en forma significativa los elementos para el análisis. Como contracara -en particular en algunas Mesas- el tiempo para el intercambio entre los presentes resultó escaso y nos dejó con ganas de seguir compartiendo visiones, opiniones y experiencias.
En el Panel de cierre se recogieron varias propuestas para dar continuidad a esta reflexión. Resultó claro que el propósito central del Encuentro que apuntaba a generar motivación e impulso para seguir trabajando en la temática propuesta, se logró. Se plantearon iniciativas concretas, se respiraba el deseo de continuar lo comenzado.
Nos llevamos el desafío de profundizar nuestra comprensión sobre la realidad que vivimos, nuestra conversión para aumentar la cercanía y compromiso, nuestra vida comunitaria y de oración para encontrar en Jesús la luz y la fuerza para brindar, junto a otros, nuestro aporte a la humanización de la sociedad en que vivimos.
Varios fueron los planteos y llamados a fortalecer nuestro rol como laicos en la Iglesia y nuestro compromiso en la vida pública. Los ecos posteriores apuntan también en ambos sentidos.
El Encuentro se cerró celebrando. El espectáculo musical y humorístico que nos brindó Aristófanes nos hizo vivir la alegría de compartir momentos de distensión y disfrute. Es mucho lo que tenemos que agradecer y celebrar. ¡Es bueno hacerlo juntos!
Finalmente, los agradecimientos y la exhortación a seguir trabajando de Carlos Saráchaga, Secretario de la Mesa Permanente, dio la tónica de que el camino sigue… Al cierre, las palabras de nuestro Cardenal haciendo suyas las del Papa Francisco sobre el lugar de los laicos en la Iglesia, su bendición y envío nos impulsaron a salir dispuestos a redoblar nuestro esfuerzo, a unirnos más, a fortalecer nuestro compromiso y nuestro aporte.
Queda mucho por hacer, caminos abiertos por los que transitar y otros por abrir. Confiamos en que este Encuentro haya constituido un paso en un proceso que continúe profundizándose y generando frutos. Están todos invitados a sumarse.